El escritor mexicano Sergio Pitol, traductor y prologuista de En torno a las excentricidades del cardenal Pirelli, nos brinda una inquietante incursión en el peculiarísimo universo narrativo de Ronald Firbank.
Un territorio soberbiamente descrito por Pitol: «Un mundo donde conviven aristócratas, místicos, escritores y toreros, decorado con objetos de arte refinados y exquisitos, perfumado con esencias violentas y costosas, vestido, por supuesto, en París. Un escenario lánguido, colmado de orquídeas y arabescos entre cuyas suntuosas fiorituras irrumpe de pronto la música sincopada de una banda de jazz. Los personajes, una nube de seres crispados e hiperestéticos, ataviados y enjoyados con la mayor extravagancia, alucinados, infatigables en su verbosidad, se desplazan sin reposo de un salón palaciego a una capilla de catedral, de un palco de teatro de la ópera a la casa de una masajista de conducta dudosa.»
En Constanza, una ciudad andaluza inspirada visiblemente en Sevilla, en un cima de afiebrado nerviosismo y excentricidad viven el cardenal Pirelli y sus feligreses. En un mundo ahíto de placeres donde todo respira voluptuosidad y libertinaje, en el que la Catedral parece competir con la Maestranza, una sorda conjura se teje en torno a Pirelli, un Príncipe de la Iglesia más próximo a la Roma dorada de los Césares que a la de los tediosos Papas.
«Uno de sus relatos más fascinantes» (Giorgio Manganelli).
«Lo que en él nos encanta es su gusto, su elección de palabras, el ritmo tanto de su narrativa como de sus diálogos, su ingenio y, en sus últimas obras, una opulencia como de fruta reunida y cielos esmaltados» (E.M. Forster).
«Un sueño rococó hispánico-itálico, y uno de los más novedosos libros en la prosa inglesa de nuestro siglo» (Luis Antonio de Villena).
Para decirlo en pocas palabras: En torno a las excentricidades del Cardenal Pirelli (1926) es una obra maestra. Una colorida prosa que segrega erotismo, perversión y jovialidad; un argumento magistralmente misterioso; unos personajes que se mueven en la claridad crepuscular de lo extraño y lo disparatado; un insólito y trepidante manejo del diálogo; una voluntad de distorsión que juega con la lógica y con el sentido. Todo eso explica (pero no agota) su encanto.