La expresión ''Milosz es la poesía'', -común entre los escasos amigos del poeta- indica la relevancia de la obra de este autor lituano que aprendió francés conversando con una de sus esclava.
En su autobiografía, Oskar Wladislas de Lubicz Milosz (1877-1939) revela que desciende de aventureros y científicos. Su abuelo era un eminente aeronauta que hizo expediciones a Brasil y buena parte del continente africano. Este pariente casó con una soprano italiana de ascendencia judía, y del amor que se profesaron ambos Milosz aprendió a querer todas las cosas del mundo, como lo dice en uno de los poemas que se incluyen aquí.
Pocas enciclopedias de literatura registran la vida del poeta. En México es difícil encontrar en su obra y apenas si han circulado ediciones argentinas y chilenas que muestran su produccón, buena parte de ella centrada en la figura del Don Juan de Zorrilla.
Milosz murió en 1939 después de un año de padecer licantropía, enfermedad congruente cons sus textos ya que en muchos de ellos la Luna juega un papel singular. Además se sabe que realizó investigaciones sobre un antiguo culto a la femineidad, el cual se practicaba en su patria muchos siglos antes de la aparición de las deidades de este género en la época pelasga de la cultura griega.
Aunque fue calificado de escéptico y hasta hereje, practicó el catolicismo en los últimos años de su vida gracias a las recomendaciones de uno de sus maestros, a quien le dedica el poema Talita Cumí.
Después de El poema de las decadencias, Las siete soledades, Los cantos del crepúsculo y Canciones y danzas de otros tiempos, La bruma y otros elementos representa la mutación del poeta, el viaje a la materia significante donde escuchamos voces no personales, coros, murmullos y sentencias cuyo origen es incierto. Sólo se percibe en cambio la huellaa, la cicatriz de la infancia y el culto a la Naturaleza.