Un circo de personajes desorbitados deambulan por el inclemente desierto de Sonora. Bajo el signo de la errancia, todo es movimiento, transformación; la realidad y el tiempo ceden paso a una afiebrada e intensa travesía vital. Imagen invertida del mundo y su orden, en la que todo es posible y todos tienen cabida al conjuro de la tercera llamada, en el circo da comienzo la función. El Hombre Víbora y la Mujer Rana, el León Tecomo y su afamado domador: Serpentín el Temerario, el Poeta Loco, la Capullo y el Zenzontle Feo concurren, sin doblegarse, a ese espectáculo prodigioso y desgarrador que es la existencia misma.
El circo que se perdió en el desierto de Sonora es una novela vigorosa, dotada de un lenguaje que parece atizado por el sol del paisaje desértico donde se desarrolla buen aparte de la trama. No hay concesiones ni espejismos de falsa redención. Pero tampoco amargura. Es el registro de una mirada irónica que ilumina el trayecto.
Las palabras con que Miguel Méndez escribe configuran ese espacio metafórico de la vida en el que las voces se mezclan y los tiempos se entrelazan. En esta su sexta novela, el universo que se desprende de la idea del desierto como frontera interior y exterior, simbólica y real, se torna con eficacia y sin indulgencia en un relato en que el lector y los personajes a la par habrán de emprender su propio viaje en pos de ese lugar en que moran el alma y los anhelos.