1958 / 17 sep 2017 10:32
Frente a los tradicionalistas de la poesía, Fernando Calderón e Ignacio Rodríguez Galván representan el romanticismo, un romanticismo muy cercano aún a sus modelos y no de muy intenso vigor. Calderón, hijo de buena cuna, descuella más bien como dramaturgo. Rodríguez Galván, de humilde origen, es un perseguido de la desgracia. En Calderón se notan los resabios de Cienfuegos, Espronceda, Lamartine; Rodríguez Galván, por su parte, frecuenta y traduce a Delavigne, a Lamartine, a Manzoni, a Monti. Sus temas, tratados con algo de furor, son el amor, la gloria, la patria, la fe, el hado adverso. Menéndez y Pelayo llegó a decir que su Profecía de Guatimoc es la obra maestra del romanticismo mexicano. No pudo acertar en el teatro, aunque tuvo el mérito de tratar asuntos mexicanos, al revés de su émulo Calderón, quien sin duda poseía mejores virtudes para el manejo escénico y que descuella en obras de tono caballeresco o histórico, tipo García Gutiérrez, Schiller, Hugo, Vigny (El torneo, Hernán o la vuelta del cruzado, Ana Bolena) y la comedia A ninguna de las tres, que pertenece a la familia de Bretón de los Herreros o al modelo moratiniano transformado por Gorostiza. El reloj de Calderón, en todo caso, marcaba exactamente la hora de Europa. El autor de esta breve reseña lamenta singularmente que, entre las varias obras perdidas de Calderón, figure una Ifigenia.
1995 / 27 jul 2017 18:33
Nació en Guadalajara, Jalisco, en 1809 y murió en Ojo Caliente, Zacatecas, en 1845. Poeta. Abogado. Dramaturgo. Heredó el título de Conde de Santa Rosa que nunca usó. Concurrente a la Academia de Letrán. En Zacatecas ocupó diversos cargos políticos.
Fernando Mariano de la Purísima Concepción Calderón Beltrán nació el 26 de julio de 1809 en Guadalajara, Jalisco, y falleció el 18 de enero de 1845 en Ojocaliente, Zacatecas. En este estado (donde sus padres poseían, entre otros inmuebles, la hacienda de La Quemada, ubicada en terrenos ahora pertenecientes al municipio de Villanueva) pasó la mayor parte de su vida. Un lustro después de la muerte del autor, el Coliseo de Zacatecas fue bautizado en su honor.
Fernando Calderón, poeta, dramaturgo, jurisconsulto, traductor y hombre de armas, cursó estudios de Latín, Filosofía y Letras en el Colegio de San Luis Gonzaga, allí mismo obtuvo una de las becas reales concedidas a los jóvenes, cuyas familias distinguidas hubieran prestado servicios importantes a la Corona. Posteriormente, se inscribió en las cátedras de Derecho Constitucional, Derecho Canónico y Derecho Civil. En 1826, regresó a Guadalajara, en donde continuó sus estudios de jurisprudencia hasta obtener el título de abogado por el Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, en mayo de 1829. Fue aprobado por unanimidad y con aclamación.
Entre los varios puestos oficiales que ocupó, se sabe que fungió como magistrado y secretario de acuerdos del Supremo Tribunal de Justicia de Zacatecas, diputado al Congreso del Estado de Zacatecas, coronel de artillería de la Antigua Milicia Nacional y secretario general del gobierno de Zacatecas. En 1842, fue elegido fiscal de la Segunda Sala del Tribunal Superior de Justicia de Zacatecas.
Su interés por la creación y los estudios de las bellas letras, lo condujo, en 1825, a asistir a las reuniones de la asociación político-literaria La Estrella Polar de los Amigos Deseosos de la Ilustración ‒de tendencias liberales‒ en Guadalajara. Tiempo después, en 1837, ingresó a la Academia de Letrán con la lectura de su poema “El soldado de la libertad”.
Publicó su primera composición poética en El Amigo del Pueblo (1827-1828); en El Recreo de las Familias (1838) vio la luz su poema “El soldado de la libertad”, el cual gozó de buenas críticas por parte de Guillermo Prieto y otros coetáneos; asimismo, escribió para El Siglo Diez y Nueve y fue corresponsal de El Ateneo Mexicano (1844). En contraste con lo habitual en la época –sólo publicar sus obras en periódicos, diarios y revistas–, Fernando Calderón dio a la imprenta cuatro libros con obras poéticas y dramáticas. Sus colaboraciones en publicaciones periódicas, de las que se tiene noticia, suman poco más de una centena, las cuales firmó con las siglas F. C. y F. Calderón.
Se destacó principalmente como poeta romántico, lírico y de circunstancia, así como dramaturgo de obras históricas y de costumbres. Reinaldo y Elina fue su ópera prima dramática que llevó a las tablas del Teatro de Guadalajara en 1827. Le siguieron: Zadig (cuyo título recuerda el cuento homónimo de Voltaire, 1748), Zeila o La esclava indiana, Armandina, Los políticos del día, Ramiro, conde de Lucena, Ifigenia y Hersilia y Virginia, las cuales fueron estrenadas entre 1827 y 1836 en teatros de Zacatecas y Guadalajara. En la segunda etapa de producción dramática –de 1839 a 1845– se cuentan las obras El torneo, que presentó por primera vez en 18 de julio de 1839 en el Teatro de Zacatecas, y en la Ciudad de México el 30 de mayo de 1841 con motivo de la inauguración del Teatro de Nuevo México; la comedia, en dos actos y en verso, A ninguna de las tres se estrenó a finales de 1841 en el Teatro Principal. En este mismo recinto se presentaron Ana Bolena, drama en cinco actos y en verso el 9 de enero de 1842 ‒cuyo manuscrito fue propiedad de Guillermo Prieto‒, y Hernán o La vuelta del cruzado, drama en tres actos y en verso (12 de mayo de 1842).
En 1828 salió a la luz su primera colección de poesías (Obras de Fernando Calderón. Tomo 1º. Guadalajara. Un tomo en 8º de 160 páginas), que lamentablemente, no ha sido localizada. Sólo se tiene noticia de éstas gracias a la crítica que hizo José María Heredia en su reseña: “Revisión de obras. Obras de Fernando Calderón”, donde presentó al joven poeta en la literatura nacional como un buen compositor de versos, pero también señaló sus vicios métricos y errores como repeticiones y epítetos comunes.
Para 1837, Calderón Beltrán dio a conocer el único tomo (poesías amatorias y descriptivas) de sus Obras (Zacatecas, s. i. y s. p.) y para 1844 sus Obras poéticas (líricas y dramáticas), que el novelista Manuel Payno prologó y el conocidísimo impresor Ignacio Cumplido sacó de sus talleres para iniciar la colección El Parnaso Mexicano. La segunda edición, “corregida y aumentada”, de éstas fue prologada por el escritor José Joaquín Pesado y publicada en 1850.
Los primeros críticos de la obra poética y dramática de Calderón, además del mencionado José María Heredia, fueron los miembros de la Academia de Letrán: Guillermo Prieto, Manuel Payno y José Joaquín Pesado, quienes aportaron datos biográficos, aplaudieron las composiciones en verso y resumieron los dramas y la comedia del autor zacatecano. A mediados y en las postrimerías del siglo xix, entre los críticos mexicanos y españoles que se ocuparon de la obra de Calderón estuvieron: Ignacio Manuel Altamirano, Rafael B. de la Colina, Francisco Pimentel, José Zorrilla y Marcelino Méndez y Pelayo, quienes se dedicaron a señalar la influencia de autores como Leandro Fernández de Moratín, Bretón de los Herreros y Alphonse de Lamartine en su producción literaria. Entre las opiniones emitidas en la centuria pasada, cabe mencionar a los investigadores Francisco Monterde, Blanca Estela Ruiz y Fernando Tola de Habich, que han publicado y editado, en libros de divulgación y universitarios, la obra lírica y dramática del vate zacatecano.
Calderón Beltrán, uno de los iniciadores del Romanticismo en México, murió cantando como el cisne con sus composiciones El caballero negro y Poema sobre la creación –actualmente desconocidas. Las causas exactas del deceso aún son un misterio; las páginas de los diarios y periódicos de la época se limitan a mencionar que luchó contra prolongados sufrimientos de una enfermedad. Tal vez, estos padecimientos fueron los mismos anunciados desde 1838 en la Advertencia importante incluida al final de las Obras de 1844.
- F.C.
- F. Calderón