Enciclopedia de la Literatura en México

José María Heredia y Heredia

Ángel Muñoz Fernández
1995 / 29 nov 2017 09:13

Nació en Santiago de Cuba en 1803 y murió en la Ciudad de México en 1839. Llegó a México en 1819. Regresó a Cuba y fracasó en una conspiración. De nuevo en México en 1825 fue secretario de Antonio López de Santa Anna, diputado, ministro de audiencia y rector del Instituto Literario de Toluca. La mayor parte de su obra fue publicada después de su muerte. La obra de Heredia publicada en periódicos es extensa. Fundó las revistas El Iris, Minerva y La Miscelánea.

Notas: Es considerado el primer romántico en lengua española. Amplia información sobre la obra de este autor puede obtenerse en Cronología herediana de Francisco González del Valle, publicada por la Secretaría de Educación, Dirección de Cultura en La Habana (1938).

 

Alfonso Reyes
1958 / 17 sep 2017 16:02

Tío del parnasiano francés, cubano de origen, traído a México y aun incorporado a nuestra política por las vicisitudes de la época, a lo que debió, como él decía, el haber sido, con más o menos fortuna, “abogado, soldado, viajero, profesor de lenguas, diplomático, periodista, magistrado, historiador y poeta, a los veinticinco años”. Mucho influyó en la nueva poesía y fue consejero de los jóvenes; redactó periódicos, difundió las teorías románticas y propuso el modelo de Chateaubriand; tradujo a Young, a Lamartine y a Foscolo. Era poeta de temperamento filosófico. Pinta la naturaleza con vigorosos brochazos: Al Niágara, Atenas y Palmira, El teocalli de Cholula… En este poema acierta a trazar algo como un paisaje aéreo de espacios y cumbres iluminados.

Nació en Santiago de Cuba el 31 de diciembre de 1803 y falleció en la Ciudad de México el 7 de mayo de 1839. Por la ocupación de su padre, vivió en Pensacola (Florida), en Santo Domingo y Venezuela (de donde eran originarios los Heredia). Sus padres fueron José Francisco de Heredia y Mieses y Mercedes de Heredia y Campuzano. El joven escritor prescindió de utilizar la partícula “de” en su apellido, indicadora de nobleza, por sus ideas democráticas y liberales. La familia descendía de don Pedro de Heredia, fundador de Caracas. No debe confundirse con su primo casi homónimo, José María de Heredia y Girard (1842-1905), el parnasiano autor del poema “Los trofeos” y primer hispanoamericano en ingresar en la Academia Francesa.

En México realizó la mayor parte de su obra, en este país vivió en dos etapas: de 1819 a 1821 y de 1825 a 1839, lapso en el que hizo un breve viaje a Cuba para ver por última vez a su madre. Llegó a México a los 15 años, al ser designado su padre alcalde del crimen de la Audiencia; en la capital continuó su educación que había iniciado en La Habana y en Caracas. Al fallecer su padre en 1820, él cursaba los primeros años de la Universidad, al año siguiente regresó a Cuba. En esa etapa mexicana publicó sus primeros poemas.

Su vínculo con México fue muy estrecho: no sólo declaró en algún momento –falsamente– que nació mexicano, sino que adoptó la nacionalidad de su país de asilo, donde murió, al parecer, sus restos se han perdido.

Desde muy temprana edad, leyó a los clásicos griegos y latinos, tradujo al poeta Horacio a los ocho años y compuso su oda “Meditación en el Teocalli de Cholula” a los 16 años, poema muy celebrado por Marcelino Menéndez Pelayo, y “A mi padre, en sus días” (1819) y “A mi padre encanecido en la fuerza de su edad” (1820).

Durante su segunda residencia mexicana, proveniente de Estados Unidos, adonde había huido perseguido por el gobierno español en Cuba, Heredia desempeñó numerosos puestos y dignidades con los cuales se reconocieron su valía y aptitudes. Volvió a México a los 22 años, lleno de esperanzas y sueños de rehacer su vida. Fue invitado especialmente por el presidente Guadalupe Victoria –aunque el salvoconducto personal lo recibió ya en México– y fue oficial quinto de la Secretaría de Estado, dedicado a las Relaciones Exteriores (señalaba conocer cuatro idiomas para esa época). Fue designado juez en Veracruz –pero no pudo tomar posesión del puesto, por no cubrir los requisitos necesarios en cuanto a su edad y su ciudadanía, aunque Heredia había declarado lo contrario. Ocupó los siguientes cargos: juez de letras o de paz en la ciudad de Cuernavaca, entonces parte del Departamento de México; fiscal de la Audiencia de México (como lo fue su padre 15 años antes), y oidor de la Audiencia de México con sede en Toluca. También fue ministro de la Audiencia de México, diputado de la Legislatura del Estado de México y vocal de la Suprema Junta Inspectora del Instituto Literario de Toluca (hoy Universidad Autónoma del Estado de México), donde además de ser subdirector y director, impartió las cátedras de Literatura General y Particular y de Historia, para lo cual preparó el primer libro de texto de enseñanza de la Historia en el México ya independiente, Lecciones de historia universal (Toluca, Imprenta del Estado, 1831-1832, 4 ts.), traduciendo, adaptando y añadiendo algunos aportes a la obra original de Alexander Fraser Tytler, Elements of General History, Ancient and Modern (1801), entonces muy en boga en los países de cultura norteamericana.

Participó en diversas instancias culturales y científicas de su época, como miembro de la primera Comisión de Redacción de la Revista Mexicana, y además fue miembro fundador de las Academias Mexicanas de la Lengua y de la Historia, y de la Sociedad Mexicana (hoy Benemérita) de Geografía y Estadística, todas establecidas en 1833, durante el mandato de Valentín Gómez Farías, pero de ellas, sólo continuó la última y las otras se refundaron posteriormente.

En la ciudad de Toluca publicó en 1832 la segunda edición de sus Poesías (la primera fue en Nueva York en 1825) y participó en la Comisión Parlamentaria, integrada además por Mariano Esteva, Agustín Gómez Eguiarte y Francisco Ruano (El Conservador, 22 de junio de 1831), que presentó un Bosquejo General de Código Penal del Estado, que fue el primero como tal de la federación. Aunque al principio de su presencia en México fue partidario y muy cercano a Antonio López de Santa Anna, por ejemplo, llegó a dormir en la entrada de la habitación del caudillo para protegerlo de algún atentado. Luego se alejó de él por percibir su desmedida pasión por el poder, lo cual le hizo perder apoyos y beneficios. Aunque era de constitución débil y pacífico por naturaleza, por las difíciles circunstancias, también fue nombrado capitán de Milicias de Vecinos en Tlalpan.

Quizá uno de los terrenos donde Heredia legó una huella más perdurable fue en el de la prensa mexicana. Además de colaborar en importantes periódicos como El Águila Mexicana y El Federalista, El Sol, la Gaceta de México, El Indicador de la Federación y muchos otros, y dirigir alguno oficial como el Diario del Gobierno de la República Mexicana, fundó El Iris. Periódico Crítico y Literario (febrero de 1826-agosto de 1826), la primera revista de carácter artístico y cultural del México independiente –asociado con los italianos Claudio Linati y Florencio Galli–, pero se separó de la empresa al advertir que sus socios querían tomar parte demasiado activa en la política nacional como conspiradores; luego fundó la Revista Miscelánea. Periódico Crítico y Literario, que tuvo dos etapas en este orden: primero en Tlalpan (la primera sede fue en Tezcuco) y luego en Toluca, cuando se trasladó allí la capital del Estado de México. No sólo la redactó íntegramente, sino que además de distribuirla y gestionar las ventas, las formó personalmente aprovechando su habilidad como tipógrafo autodidacta. Y fue editor de Minerva. Periódico Literario (1834).

De las tres revistas, desde el punto de vista literario la más importante es la segunda, por su extensión y volumen, así como por sus temas, pues incluye entre otros el relevante ensayo “Sobre la novela”, donde Heredia hizo precisiones sobre el género, cuyo ejemplo es su obra Jicotencal –publicada sin el nombre del autor en Filadelfia, por el impresor William Stavelly en 1826, pero que se ha demostrado que fue obra original suya, según afirman importantes críticos como José Emilio Pacheco. Cabe destacar que esta significativa obra fue la primera novela histórica moderna hispanoamericana, de ambiente indígena prehispánico. Su aparición, además de críticas y ataques, provocó que se convocara a un concurso teatral en Puebla (1828) sobre la figura del héroe tlaxcalteca Xicoténcatl El Joven, las cuales vienen a estar entre las primeras del teatro del México independiente.

Entre sus amigos mexicanos contábanse Andrés Quintana Roo, Francisco de la O García y José María Tornell, entre muchos otros, aunque también tuvo enemigos poderosos e implacables, recelosos y envidiosos de su talento. Ejerció cierto ascendiente en jóvenes autores nacionales, como Ignacio Rodríguez Galván, que lo consideraba su maestro y escribió su célebre “Profecía de Guatimoc” inspirado en el poema trágico “Las sombras”, de Heredia. Aunque, ciertamente, como han señalado varios estudiosos, la influencia de Heredia en la poesía mexicana de su época no fue demasiado destacada. Por otra parte, debe señalarse que si bien fue un poeta de aliento romántico en su adolescencia, más tarde abjuró de esa estética y regresó a los moldes clásicos, los cuales recomendaba a los jóvenes autores que se iniciaban en las lides poéticas. Este cambio hacia una reflexión madura y sosegada en el arte se extendió también a sus concepciones políticas.

Suele confundírsele en algunos sitios con su primo casi homónimo, José María de Heredia y Girard (1842-1905), quien fue uno de los principales representantes del parnasianismo francés (fue el primer hispanoamericano en ser admitido por la Academia Francesa), autor de un célebre sonetario titulado Les Trophées con el cual se le distingue de su pariente –a quien nunca conoció personalmente– como Heredia “El del Niágara”, aludiendo al célebre poema que escribió al visitar la poderosa catarata, y que allí mismo se conserva actualmente en una tarja de bronce, con la traducción al inglés atribuida –erróneamente– a William Cullen Bryant, el gran poeta romántico estadounidense, quien sólo la revisó, pues el traductor fue Thatcher Taylor Payne. La rectificación quedó establecida por el profesor Héctor H. Orjuela en su estudio “Revalorización de una vieja polémica literaria: William Cullen Bryant y la Oda ‘Niágara’ de José María Heredia” (1964).

Su actividad teatral fue notable; en México estrenó varias obras –refundiciones o traducciones– y escribió durante su residencia en Tlalpan la tragedia Los últimos romanos (1829), la cual no pudo estrenar por considerarse que atacaba al gobierno de Vicente Guerrero. Además, ejerció como crítico teatral, con aciertos notables y con excesos de los que supo disculparse.

Escritor cercano al poder y considerado como persona de gran cultura, fue el autor de varios discursos presidenciales para ocasiones señaladas, los cuales incluso algunas veces pronunció en festividades patrióticas.

Sus últimos años, vivió enfermo y pobre, subsistía con un empleo de poca monta, alejado de las intrigas políticas y de la protección oficial. Su fallecimiento pasó casi inadvertido y apenas se publicó, semanas después, una nota necrológica. Sus restos, primero depositados en la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles y luego trasladados al Cementerio de Santa Paula, desaparecieron, al igual que los de su padre, unos años antes, enterrado en La Profesa.

Su viuda, Jacoba Yáñez, hija de Isidro Yáñez, uno de los firmantes del Acta de Independencia del Imperio Mexicano, viajó a Cuba con sus hijos donde murió al poco tiempo. Con ella llevó parte de la papelería del poeta.

El patrimonio documental herediano actualmente se encuentra distribuido entre México (Archivo General de la Nación, Archivo “Matías Romero” de la Secretaría de Relaciones Exteriores y Biblioteca Nacional de México); Cuba (Biblioteca Nacional “José Martí”, Archivo Nacional de Cuba), varias universidades norteamericanas y algunas colecciones privadas.

Utilizó varios seudónimos, como Adhiere, Boissec, X Boissec, Eidareh, H., H.M.D.H., J.M. de H., J.M.H., R., en distintas publicaciones mexicanas.

Estudiosos de ambos países se han dedicado de manera consistente a explorar las huellas del bardo, con interés semejante, centrados fundamentalmente en las fechas alrededor de los aniversarios del poeta en 1939 y 2003.

Le asistía toda la razón a Alfonso Reyes cuando afirmó hace más de un siglo en su conferencia del Ateneo de la Juventud, “El paisaje en la poesía mexicana del siglo xix” (1911), al referirse a Heredia y en especial a su magno poema “En el Teocalli de Cholula”: “[...] si acaso no pertenece a México por su nacimiento, nos pertenece por nacionalización, cuando no también por haberse unido a nuestra patria y a nuestra historia en una de sus más altas poesías”.

Así, pues, Heredia, aclamado como el Poeta Nacional Cubano, también puede ser reclamado para el canon literario mexicano. En México, ejerció su mayor influencia primero difundiendo el romanticismo y más tarde rechazándolo. Considerado como el primer escritor romántico hispanoamericano por muchos críticos, y por alguno como el iniciador del romanticismo en la lengua española.

Alejandro González Acosta

Instituto de Investigaciones Bibliográficas IIB (UNAM)

Universidad Nacional Autónoma de México UNAM

 

Seudónimos:
  • M. Boissec
  • Adhiere
  • X. Boissec
  • Eidareh
  • H.
  • H.M.D.H.
  • J.M. de H.
  • J.M.H.
  • R.