Carta a Isobel es una novela constituida por tres más: la que escribe la protagonista; la que ella misma se niega a escribir y, sin embargo, no puede dejar de hacerlo; y, finalmente, la que “escribe” el coprotagonista, ese libro siempre ajeno que se esconde en el entrecruce de los dos anteriores. Sin embargo, en los resquicios de estos tres libros hay muchos otros, novelas que se realizan en el espacio de la ficción y todas ellas historias de desesperación, fracaso y hastío que, como la vida misma, se desdoblan, se multiplican hasta parecer perennes. Por momentos irónica, paródica, irreverente incluso, esta novela es al mismo tiempo un panegírico a la cotidianidad y una crítica de la trivialidad de la vida, contrapuesta a eso que la protagonista se da en llamar “la eternidad”. Así, Carta a Isobel se interroga sobre su identidad misma de novela, como la protagonista habrá de preguntarse por quién es y por quién quiere ser.