Un artista que monta exposiciones con los despojos de desaparecidos, un pueblo que recibe un sortilegio para encerrar las voces, músicos que viajan al fin de la noche en busca de su propia aniquilación, un visitante asiduo de una colección de fotografías...
Los personajes de los relatos de Kubrick en los muelles, muy diversos en estilo y tono, comparten una misma obsesión: trazar huellas de su paso, la pulsión humana por archivar y catalogar. La información contenida, ya sea en un diario personal, una fotografía, un fragmento de Internet o un archivo histórico, puede ser tan reveladora como peligrosa, tan útil como inquietante y temible.
Cada cuento, engarzado por esa visión global, es un testimonio de lo que fuimos y no siempre queremos reconocer: en las trazas que vamos dejando en el camino está presente nuestra identidad. Así, nos hablan de los alucinados que archivan sin saber para qué, de esa manía por guardar con la certeza de que lo que atesoramos contra el fuego está pugnando por decirnos algo de nosotros mismos. Kubrick en los muelles es una exploración lúcida y original de los materiales con los que urdimos la memoria.