El filo diestro del durmiente es una novela negra que cumple con creces las exigencias del género. Como nos dice Raphaël Plénat, escritor de relatos negros y personaje él mismo: sin cadáver es difícil que podamos justificar una narración de dicha especie (si no hay muerto al menos debe haber desaparecidos), además la víctima debe ser igual de exótica que el crimen. Seis hombres se reúnen casi en secreto para suplantar escritores y contarse historias, para celebrar un juego particular, uno con el fin de que el juego mismo se les vaya de las manos. El objetivo se cumplirá cabalmente en la medida que la trama avanza, pues, como dijera un tal Piglia: hay un traidor entre nosotros, esa debe ser la consigna básica en todas las organizaciones. En ese juego, entre misteriosas fotografías, documentos comprometedores, un robo absurdo y las detonaciones de un revólver, destaca al menos un doble homenaje, un par de guiños que serán dos alegrías para los adictos al género: un profesor y periodista llamado Osvaldo soriano, que en su vejez —de tanto leer novelas policiales se ha metido a caballero andante con gabardina y teléfono celular— inicia su carrera como detective y sueña que el mismísimo Philip Marlowe le dice qué debe hacer para liquidar el caso.