En Jacksonville se ha cometido un asesinato. El detective Chelo Gómez y el comisario Gavin William inician las investigaciones. Descubren que Robert McGowan fue asesinado por hacer de la extorsión su forma de vida. Uno a uno los sospechosos suman siete. Surgen las especulaciones, los dobles juegos, las coartadas, las supersticiones, la demonología y la numerología, las conversaciones, los whiskys en un bar y un programa de televisión cuyos reporteros saben más que la policía. Aparecen un viejo magnate, una antigua actriz de cine que agoniza en un hospital y una mesera cuya belleza se involucra en el caso. Gómez y William señalan al mismo sospechoso por motivos y razonamientos diferentes. Sólo falta juntar las piezas. Pero explicarse por qué cada tanto alguien tiene que morir para que el horror y la tristeza, el pánico y la piedad sirvan de revulsivo y de pegamento entre todos aquellos que colocan velas alrededor del cadáver es el último privilegio del lector de esta novela.