Alí Chumacero fue un clásico en vida. Su poesía, breve y estricta, ha merecido la atención y el elogio de sus pares, las nuevas generaciones lo leen con pasión y sus textos forman parte ya de nuestro inconsciente colectivo. Uno de sus mejores lectores ha sido Marco Antonio Campos, poeta treinta años más joven, con quien lo ligó una amistad entrañable. Es desde esa cercanía que la lectura de Campos es esctricta y atenta, crítica en el mejor sentido de la palabra, y a través de ensayos y entrevistas realizados a lo largo de los años, una bitácora de cómo la breve obra del poeta fue ocupando un lugar de privilegio ante los nuevos escritores y los cambios de sensibilidad, sin desgastar su calidad y su pureza. Los poemas se cumplen sólo en la lectura y la de Campos es un retrato de cuerpo entero del autor de Palabras en reposo.