La serie que configura La feria de la vida arranca con el presente, a través de una reflexión sobre el género de la memoria, la edad, el sentido de la vida -de lo vivido. Fijado, precisado lo anterior, se salta hacia atrás a 1874 aproximadamente (él, el memorialista, de unos tres años), ocasión del viaje a las fuentes de la infancia, la madre, la familia sinaloense materna -la de los lazos familiares con Genaro Estrada; y siguen las haciendas en las que el padre fungía como administrador, las exploraciones interiores y literarias, la estancia en Puebla, la fiesta sanguinaria de los toros, el pintor y el tío Francisco, las primeras letras, la estancia en Tacubaya y sus consecuencias represoras, el Colegio Militar y sus costumbres y clases ("espirituosos" y "desastrados") y procedencias (tapatíos, veracruzanos, fronterizos), el condiscípulo Julio Ruelas, las escapadas nocturnas, la Escuela Nacional Preparatoria, el descubrimiento urbano (dos marcas profundas: las librerías de viejo, la Biblioteca Lancasteriana), Plateros, el fin del café La Concordia, los personajes inolvidables (Jesús Rábago, Villasana, Casarín, Juan de Dios Peza, Manuel Gutiérrez Nájera, Rafael Reyes Espíndola), el debut periodístico y los colegas periodistas ("Micrós", José Bustillos), la huella francesa en la literatura y los restaurantes y las dulcerías, la hermandad Fénix de la vocación anticuaria (los hermanos Abadiano), el taller de Ruelas en la calle del Indio Triste, los periodistas de antaño (Gándara de Velasco, Límbano Domínguez, José Ortiz alias "Cachito"), lugares como el Casino Nacional y el Teatro Nacional, el decadentismo modernista y sus bajas, las cantinas, el Jockey Club, porfirianos eminentes (Guillermo de Landa, Ignacio de la Torre), Coyoacán y sus parajes y habitantes señeros nacionales e internacionales (Everardo Hegewish, Francisco Sosa, el entrañable Julio Zárate, Gilberto Crespo, Ortiz de Montellano, Feliciano Navarro, Jesús Urueta), la educación sentimental de Marius de Zayas, el pintor Ramón Martínez, el ambiente periodístico mazatleco, la escala tapatía del regreso a la capital rumbo a la Revista Moderna, el viaje subvencionado a Japón, el regreso, la evocación honda de Jesús E. Valenzuela (desde su primera entrevista hasta la lista de presentes de la pandilla a su alrededor). Lo que nos sitúa en el México de las últimas décadas del siglo XIX. Así, pues, de 1876, con el tresañejo Tablada, a la cohorte modernista, el poeta en sus 27-29 abriles.