Ha llegado el momento en que ya no somos, ahora tenemos que trabajar para ser. Como reza el lugar común, somos el producto de nuestros empeños. La expulsión del paraíso trajo consigo la obligación de construirlo día con día, pero nuestro paraíso es cada vez más miserable: acotado por las paredes de la oficina, regido por la moral de las horas extra. El ocio, la improductividad, las ganas de tirarlo todo por la borda y emprender un viaje terminaron enterrados en el cajón de las posposiciones, de las quejas íntimas, de las subversiones más calladas. El trabajo embrutece y nos aleja de nosotros mismos, y quizá por ello goza de tanto prestigio.
“Cuánta falta le hacía a Chile, un país trabajólico y calientasillas, este llamado a renunciar al yugo del trabajo, para recuperar las delicias de la desocupación voluntaria. ¡Yo quiero esa tumbona mexicana para leer!”
The Clinic. La revista más leída de Chile.