Un rehilete puede ser varias cosas: un molinillo de viento, las banderillas que el torero le clava al toro o bien, un dicho malicioso: una pulla o puya. El rehilete, de Armando Gutiérrez Méndez, combina tales definiciones en este microcuentario que en mucho se parece a esas oraciones que los tibetanos escriben en molinos y banderas para que el agua o el aire se las lleven consigo, bendiciendo en su movimiento todo lo que tocan. Sólo que aquí, en lugar de plegarias, el escritor ha impreso en las cuatro caras de su rehilete ficciones cargadas de sutiles ironías que buscan y encuentran la epifanía literaria, la elegancia del diestro al enfrentarse a la bestia cuasi mitológica a cuerpo limpio y, tras colocar el pensamiento contundente en el lector, tener la certeza que su voz ya forma parte del memorial colectivo de la imaginación.