Sólo la existencia de Dios es garante de eternidad, de infinitud. Pero Dios no existe. Para Elizabeth Flores, que intuye la vida como un laberinto cerrado, finito, el Punto de fuga es la narración y el estudio de hechos móviles que, instante tras instante, configuran el presente.
El álbum de familia, un asesinato, el acto sexual, la enfermedad, un hombre abandonado, el cadáver en el bosque, los disparos en medio de la nada, los naufragios, el acoso, la homosexualidad, la depresión, la piromanía o el tiempo capturado en un reloj, son pretextos que intentan explicar el universo de dos ópticas: la de la cuentista que no se conforma con la relatoría de los hechos sino que busca, transgrediendo las leyes internas del género, el ensayo que convierte al acto escritural en una tabla de salvación.