En Viejos lobos de Marx, cuento que da título a esta colección, dos antiguos activistas del sector estudiantil, cuarentones ya, próspero terrateniente uno, montado el otro en las alturas de la burocracia dirigente, durante una reunión en la casa de campo del primero sacan a orear las viejas glorias de su pasado militante; al final se despojan de las máscaras y no quedan sino los patéticos retratos de unos personajes que, semejantes a los de Ettore Scola, querían cambiar la vida y sin que se dieran cuenta la vida los fue cambiando.
En otros no menos afortunados textos (Pantalón de peto, Primero de Mayo, Qué pasó con Moncho, Palabras del general), Gerardo de la Torre da cuenta de ciertos usos y costumbres —luminosos y vergonzantes— del sindicalismo nacional.
A mano izquierda, en el cuento-crónica titulado Fantoches, rememora una marcha de escritores que protestan tras las turbias elecciones de 1988. No detiene a De la Torre el apremio político. Con prosa pulcra y enérgica ataca de frente un asunto de luchadores y con acierto idéntico sigue los pasos del muchacho que en las riberas del Niltepec labra animales en madera balsa y sueña con jaguares; o bien, se desborda en una apasionada declaración de amor a la eterna Jane Fonda.
Los cuentos de Gerardo de la Torre tienen, como lo pedía Isaak Babel, el rigor y la precisión de un cheque bancario.