En 2010 José Lezama Lima habría cumplido cien años. Aunque su obre lo vuelve eterno su desaparición física había ocurrido en 1976, en La Habana, la ciudad de sus amores. Diez años antes -en 1967- había publicado Paradiso, el libro que lo proyectaría al mundo como uno de los más extraordinarios escritores en castellano, texto que en 2011 cumplió 45 años. Ya para entonces, 1966, su obra contaba con poemas y ensayos a la altura de su gran suma literaria, a la que llamamos novela de pobreza léxica. En México, Lezama Lima ha sido leído, querido y admirado. Convocados por Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes ocho escritores se reunieron a reflexionar sobre la obra del cubano, director de Orígenes y factótum de esos Cursos Délficos en que el buñuelo de la tienda de la esquina se saborea con miel helena. La palabra curso significa sin duda reunión, e incluso magisterio, pero también conversación y fluir del tiempo. De Delfos, de un Delfos situado en la Habana vieja, nos llega la voz de Lezama Lima a través de sus lectores mexicanos.