Un escritor africano busca en Salvador de Bahía, la primera ciudad colonial de Brasil, las huellas de sus raíces. La irrupción del “Escritore” cimbra la cotidianidad de los habitantes de Pelourinho, el centro histórico, antigua sede del mercado de esclavos y también el nombre del poste en el cual se les azotaba públicamente.
Dos personajes nos guían por los barrios bajos, donde se vive de la rapiña y el asalto bajo la protección de los antiguos dioses africanos. Uno es un ladrón sin escrúpulos aparentes; el otro, una ciega que ve todo. En el transcurrir de su doble relato se tejen inextricables ligas genealógicas, a imagen de las ambiguas relaciones que unen y separan el África originaria y la América de la diáspora.
Entre ruas, bares y favelas, donde se pisotean cabessas negras, los adoquines negros y redondos así llamados por los propietarios de esclavos, se representa en cada instante la tragedia del origen la apasionada y violenta – ¿y vana?— búsqueda de la identidad.