Entonces el silencio es la palabra-cuerpo navegable, es la metáfora omniscente que provoca y desboca los elementos heteróclitos de un mundo que funciona como voz actuante en el cuerpo amoroso de los cuerpos, en el sueño y la vigilia preñados de presagios. Poesía que toma por asalto los sentidos y funda ese gran silencio escatológico que deviene ser y estar en un aquí y un ahora sempiternos. En este poemario, la mujer es figura fundacional que comparte y cointerpreta, junto con el hombre, el caos primigenio, la pulsión genésica de un sentimiento amoroso que va siempre más allá de lo que la palabra dice.
Pulsar el idioma es como pulsar una guitarra. Para Cándido Guevara este oficio de arrancarle voces insólitas y hasta sorprendentes al registro poético se ha vuelto ya un experimento deslumbrante.