Dos en su papel (1993). Lo primero que atrapa en esta obra son los estupendos juegos de espacio-tiempo alternando con los sucesos insólitos y cotidianos. Estamos ante una obra que a su vez provoca en los espectadores un aterrador juego de espejos, donde todos reflejan a las parejas que fracasan. Y así hasta el último reflejo (que tal vez corresponda a la última pareja). Es decir, estamos ante un trabajo de una belleza lúcida y terrible de Elena Guiochins.
A diferencia de Dos en su papel, en Permanencia voluntaria (1995) la autora nos deja ver su capacidad para los tonos fársicos y es realmente gozable el modo como va permeando de ironía todos los clichés del melodrama, incluso parodiando los diálogos coloquiales y los personajes prototípicos.
Al fondo, puede uno percibir las risas de Jarry, Arrabal, Topor, Genet y algunas de Woody Allen y Tim Rice, agradeciendo la gozosa complicidad. Felicidades a Elena por esta delirante y cáustica farsa negra.