Situada a media frase del inicio de Don Quijote de la Mancha, esta novela, que obtuvo el I Premio Nacional de Novela Jorge Ibargüengoitia, teje un complejo universo en el cual se dan cita la tradición y la modernidad, la vida y la poesía, la plenitud y el vacío. En un remolino de referentes, de aspiraciones y de experiencias intensas, Numa Fernández –protagonista de un quijotismo distinto– recorre los atardeceres para cometer algún acto heroico, el cual anota después en hojas amarillentas. Pero sus papeles están extraviados y su cadáver no existe. Es entonces que surgen los misterios de un torbellino sorprendente: una tumba vacía, un hijo desconocido, un investigador privado, una fundación norteamericana, una hermosa mujer enlutada, un corredor de bienes raíces, un librero catalán y la máquina del destino triturando y eligiendo por encima de todos.
Sin duda estamos ante una narración orientada por las más fuertes interrogantes del mundo actual; una narración que saca jugo a las mejores audacias de la literatura de ayer y de hoy para retarnos a componer el mapa de todos los fragmentos de su relato, que en cierta forma son los de nuestra propia vida.