«Creo y siento en el Espíritu Absoluto y Todo Poderoso, creador del pensamiento Divino y de la Tierra, de toda tragedia de consciencia y de límite de la vida. Creo en un Poeta Único que se hizo humano porque los hombres temían transgredir la naturaleza de sus males. Que fue inactual en su existencia y llamado por la fatalidad, siendo noche o llama. Habitante en los colores del mundo y permaneciendo por siempre en el pulsar de la tierra.
Creo en los Poetas Cisnes, Magos, Incomprendidos, Videntes, Cantores, Pobres, Sufridos, Amorosos, Trágicos, Culpables, Vividos, Montañeses, Marinos, Niños y en los más Humildes Creadores Olvidados. Creo en la subsistencia de seres que en nuestros países han sido transparencia y gloria de su historia, que se han enfrentado a la naturaleza juzgándola digna o blasfema.
Creo en Virgilio, ignorado por el amor en reconstruir su tiempo; en Hölderlin que desde Homero habitaba en nuestro mundo; en San Juan de la Cruz que regresaba de ser ángel para unirse en matrimonio con los humildes; en Mozart que desde niño impuso a su inocencia su Réquiem; en Hegel que fue un segundo dios en la noche de la vida; en Van Gogh que se hizo sol eclipsando su destino. Creo en los Poetas Suicidas, reveladores del límite de Dios».