Con una intención similar a la de Baudelaire, este libro de Benjamín Valdivia busca la edificación del sentido que tiene la atmósfera de la ciudad que habitamos. El paseante solitario recorre la imaginación y sus espacios físicos, a fin de localizar la vivencia de aquellos puntos colectivos que más nos conmueven, las visiones universales en las cuales nos reencontramos con nuestra propia esencia. Calles, callejones, plazas, cementerios, muchachas, insomnios, todo lo vigente en la memoria, en el tiempo y en el anhelo de Guanajuato se cifra en estos poemas igual que un rito de purificaciones.
En los poemas que forman este libro se demuestra un acentuado equilibrio entre sus diferentes aristas. Su expresión recupera y avanza y anticipa muchos aspectos de la mejor tradición poética mexicana y universal; y lo hace con un ritmo envolvente, con imágenes fulgurantes, con detenido cuidado en los detalles y el conjunto.
A contrapelo de las tendencias evidentes en el fin de siglo, este autor apuesta por una poesía que comunique lo profundo y haga surgir en el lector un estado del alma fuera de las sensaciones de todos los días.
Los asuntos y las palabras que aquí nos ofrece son, dice Saint-John Perse, «más frescas que el agua nueva». Son cosas evocadas por las pupilas, son el eco de Petrarca en las desolaciones del amor imposible. Y, en el fondo, son cantos y celebraciones de una felicidad intensa.