Edgard Cardoza Bravo construye El cielo en el abismo a partir de la incertidumbre de una conciencia plantada en el desarraigo, acechada por la ambigüedad del bien y el pecado, escindida entre la finitud y la temporalidad humanas y ciertos atributos divinos. Para erigirlo encarna la perspicacia de un viajero clandestino en la barca del diluvio, a través del cual descubre, y revela, los fundamentos y las vicisitudes de su nuevo pacto, consiguiendo así alguna certeza provisional. Asimismo ofrece, luego de esa singular odisea, el resultado de su contienda con la vida, mediante poemas en los que se alternan instantes de desasosiego con hallazgos luminosos. De este modo los poemas de El cielo en el abismo, situados en un pasado primordial, además de apuntalar una vocación, constituyen una especie de universo mitológico propio dentro de cuyos linderos poco a poco se configura un presente simbólico.