La poesía de Quijano es fruto de una tensión trágica entre la plenitud del mundo y la imperfecta condición de los seres humanos. A la deriva en la noche, el poeta observa y hace rápidas y precisas anotaciones: aquí el amor, allá el paisaje y su tejido frágil y poderoso; más lejos aún la certeza de la muerte… En esa deriva nocturna, se esconde un sentimiento de lucha, de combate: la recompensa es la salvación del alma o, acaso, un instante de revelación.
En La lucha con el ángel, una especie de diario íntimo en clave poética e imaginativa, Quijano utiliza metáforas e imágenes con discreción, y las ordena con una aguda conciencia de la estructura lírica completa en la cual se insertan y a la que sirven. Se trata de una poesía en la que son fundamentales el tacto y la vista. Sobre todo la vista: esa vasta mirada del poeta capaz de hacernos partícipes de sus visiones plásticas, creando atmósferas en donde predominan “los sueños de la piel” y el amor, pero también su destino final, la soledad, la contemplación y la nostalgia.