Dulcinea es una dama de compañía de la Marquesa Calderón de la Barca; la amada del sin par Amadís de Gaula; una pasajera de un auto que transita por el Periférico, sumida en sus recuerdos y absorta en sus invenciones; la niña que mira el invierno en Rusia, recluida en un albergue para los hijos de los refugiados de la guerra civil española. Dulcinea es una mujer que repasa cada día un libro, de principio a fin, sin escribirlo nunca; la única poseedora de una historia cuya condición de existencia es su permanente transformación, para quien la literatura no es una forma de vida sino la vida misma.
Dulcinea circula en auto por el periférico de la Ciudad de México. Hipnotizada por el tráfico, se abandona a la ensoñación e inventa en su cabeza todas las novelas que no escribirá sobre el papel. De pronto se convierte en compañera de la marquesa Calderón de la Barca, de pronto es la amada del singular Amadís de Gaula, a quien cree reconocer en el chofer que va manejando, y sin dejar de viajar físicamente en su vehículo, en su mente viaja entre México, Rusia y España. La literatura se convierte en la forma de escapar de su mundo, pero también de reinterpretarlo y aprehenderlo, hasta que mundo real y literatura se amalgaman y pierden sus fronteras. El flujo de conciencia de Dulcinea nos arrastra en un periplo al interior de su mente fantasiosa, con la guía y compañía permanente de la intuición poética de Angelina Muñiz-Huberman.