Escritos desde la perspectiva de la frontera y de un bagaje cultural notable, estos ensayos resultan sugerentes y polémicos. A partir de la idea básica de que el lenguaje tiene un origen natural, en tanto que se fundamenta en la existencia de las almas y constituye la expresión del sentimiento religioso de hombres y mujeres. Yépez reflexiona sobre la función, el sentido y las posibilidades de la palabra. Inmerso en lo que él mismo define como “ensayo fragmentario” o “no rectilíneo” aborda el lenguaje literario y afirma la necesidad y el valor de su interpretación como ejercicio de conocimiento y de descubrimiento “la interpretación es el arte de navegar en el tiempo (hermenéutica).” Con esa misma agudeza, se ocupa de conceptos como lo alternativo y lo experimental, así como de la especificidad de tres vertientes temáticas y semánticas de la literatura latinoamericana: la indígena, la feminista y la chicana. Con gran capacidad crítica, a lo largo de esta aventura hacia la observación y la comprensión del lenguaje en toda su vitalidad, son muchas las inquietudes planteadas al lector mediante un discurso pleno de barroquismo: la revaloración de la metafísica; la propuesta de una nueva definición del libro como aquello que puede ser leído de manera oral, visual o psíquica; es decir interpretado y vertido en lenguaje; y –no exento de ingenio e irreverencia- desarrolla las definiciones de términos como lo light y lo cool, lo chic y lo kitsch, sin dejar de lado el análisis de la significación del tiempo y del espacio. “El autor miente siempre dos veces” afirma Yépez en concordancia con su convicción de que la literatura es “la mentira de las mentiras” dada su vocación de recrear un mundo inasible, transmutable, siempre otro. Ésa es la premisa que alienta en estas páginas.