“He leído poetas/ cuyas palabras canonizan las mentiras”. Con esta declaración, Ignacio Sánchez Prado abre Poesía para nada, un libro que pretende a la vez el cuestionamiento de los lugares comunes de la poesía mexicana y la exploración de una poética donde se intersectan lo cotidiano, lo político y lo cultural. Desde estas coordenadas, él se define en su “Autobiografía precoz” como un joven anacronismo que busca ser posterior a lo que sea, / para que mi sentido de haber llegado tarde al mundo/ sea el origen de una creación revolucionaria”. Con ello quiere afirmar que “la función política de la poesía es la experiencia” A propósito de este libro, José Ramón Ruisánchez observa: “En su Poesía para nada, Ignacio Sánchez Prado usa la amplitud de sus herramientas de escritura como un vehículo para recorrer los mundos del mundo. El viaje ofrece con un descaro que sólo puede salir tan bien librado cuando lo apoyan una inteligencia hondísima, un humor que empieza sus alfabetos por el espejo y, sobre todo, un amor al que afectan tanto las mujeres de tiempo y carne, como las de luz y nitrato de plata; al que le gusta tanto habitar la casa de un libro como los caminos de una canción o de una ciudad del presente, del pasado, de la imaginación, Sin miedo y sin vergüenza de decir sus terrores y sus penas, Sánchez Prado es alguien que ha sabido conservar en papel sus oídos sus sorpresas, su aprendizaje y el relicario de su biografía en primer poemario deliciosamente diverso donde, al final, la poesía es para todo”. Poesía para nada pone en entredicho las barreras actuales de los poético y no lo poético y nos lleva de la mano por un recorrido que incluye el amor, la literatura, las ciudades, el cine y la política, entendidos todos como elementos inseparables de una experiencia de mundo (“Worldliness” como diría Edward Said), que, para Sánchez Prado, es el único hogar posible de los poético.