Con una diversidad de formas tradicionales y contemporáneas (el soneto, el acróstico, la canción, el poema de largo aliento y aun las modalidades de usanza japonesa como el haikú y la renga), Alfredo García Valdez lleva a cabo esta Silva de amor nocturno que ya desde el título mismo anuncia su carácter lírico. Lo mismo en la rima que en el verso libre, García Valdez alude al amor y a la naturaleza. No se trata de una poesía confiada absolutamente en el valor de la palabra, sino de un intento por capturar la emoción e incluso, a veces, fijar la visión de algo, como en estos versos: "Las calles lucen largas y vacías,/ Sólo cruza la luz, corcel dorado,/ Maestro de las dulces travesías./ Bajo el tiempo que pesa, eternizado/ soy, con mis invisibles compañías,/ sólo la sombra que pasea a mi lado".