Contigo pan y cebolla es una comedia en cuatro actos y en prosa del dramaturgo Manuel Eduardo de Gorostiza. Fue publicada por primera vez en 1833 tanto en Londres como en Madrid por la Imprenta Cunninghan y Salmon y por la Imprenta de Repullés en el mes de julio, respectivamente. La obra se estrenó en Madrid a mediados del mismo año, y en la Ciudad de México el cinco de diciembre en el Teatro Principal.
En esta comedia, Matilde –muchacha de 17 años– influida por las lecturas de novelas sentimentales, cambia su parecer de desposarse con el joven don Eduardo. Al intuir que la decisión de Matilde se ve trastocada por el deseo de pobreza y adversidad derivado de tales lecturas, Eduardo finge estar desheredado y pide a su suegro, don Pedro, simular un gran desprecio por él, situación que lleva a Matilde a aceptar casarse “de manera clandestina” con don Eduardo y aceptar vivir en un cuarto desprovisto de lujos y comodidades. Don Pedro, finalmente, termina con la farsa –sin que ella lo advierta– al proponerle al matrimonio que viva en su casa. La joven acepta con la seguridad de que su esposo pronto recuperará su herencia y, desde el escarnio, reconoce que la vida de los pobres está idealizada en los libros, comparada con la realidad.
Afín a la corriente neoclásica y al teatro del dramaturgo español Leandro Fernández de Moratín, Gorostiza, como bien afirma el investigador Felipe Reyes Palacios, puede considerarse un autor “neoclásico tardío, o híbrido”,[1] que si bien toma aspectos de dicha corriente, se permite algunas concesiones y a su vez escribe en correspondencia con otras formas dramáticas como la pièce bien faite.
La llegada de Contigo pan y cebolla a la escena nacional reafirmó la entrada del neoclasicismo a México y tuvo una buena aceptación entre los espectadores. Formó parte de los repertorios nacionales en diversas ocasiones, llegando a tener, incluso, algunas representaciones ya avanzado el siglo xx en la década de los ochenta.
Manuel Eduardo de Gorostiza nació en México, pero desde los cuatro años tras la muerte de su padre, se trasladó a España. Allí habitó hasta 1821 cuando, además de serle confiscados todos sus bienes, fue desterrado al igual que otros hombres importantes como el Duque de Rivas, Martínez de la Rosa, Toreno y Quintana.[2] El exilio fue decretado por Fernando vii, quien había recobrado en ese entonces el poder absoluto.
El dramaturgo desistió de refugiarse en Francia –pues este país no tendría a bien acoger a un liberal– y finalmente, llegó a Inglaterra. En Londres, debido a la visita de la delegación oficial enviada por México para asegurar el reconocimiento británico de la Independencia, Gorostiza tuvo contacto con Vicente Rocafuerte y estableció relaciones con José Mariano Michelena. Este encuentro fue decisivo para el dramaturgo, pues siguió el consejo de Rocafuerte y ofreció sus servicios a México, los cuales fueron aceptados por la comisión inmediatamente. De esta forma, se le asignó como agente confidencial para evaluar la situación de los Países Bajos e iniciar relaciones con su gobierno. A partir de este hecho, comenzó la carrera de Gorostiza como diplomático mexicano, la cual ejerció en diversas tareas.
Cuando escribió Contigo pan y cebolla, entre los años de 1831 y 1832, el autor residía en Londres, donde desempeñaba la función de Ministro Plenipotenciario en la Gran Bretaña y fue en el estreno en México de esta obra, en 1833, cuando regresó por primera vez a su país de origen. La comedia figura como la última pieza original escrita por Gorostiza, se estrenó también en Madrid en 1833 y debido a que su recepción fue exitosa por el público madrileño, el interés por las anteriores obras del autor surgió nuevamente.
La comedia continúa en cierta medida la forma neoclásica representada en España por Leandro Fernández de Moratín –dramaturgo por quien Gorostiza sentía gran admiración y a quien emulaba de alguna manera–. Sin embargo, el periodo de transición por el que atravesó el autor y su contacto con otros géneros dramáticos, permiten ver que la obra también presenta ciertos lindes con la comedia burguesa –en el planteamiento del final donde el dinero es relevante–, y el realismo –en la propuesta de espacio del último acto–, según observa Felipe Reyes Palacios.
Acerca de los referentes que antecedieron y continuaron la pieza de Gorostiza, Armando de María y Campos recuerda la opinión de Menéndez y Pelayo expuesta en su Historia de la poesía hispanoamericana:
...un verdadero talento cómico, y que solo o casi solo, llena en la historia de nuestra escena el periodo intermedio entre Moratín y Bretón de los Herreros, siendo en parte continuador del uno y en parte precursor del otro, sin dejar de tener fisonomía propia aunque más débil y apagada que ellos [...] un período de nuestra historia social de principios de siglo xix está en las comedias de Gorostiza, y sólo podemos lamentar que sean tan pocas.[3]
En México, el panorama del teatro, según señala Armando de María y Campos en el “Prólogo” a Teatro selecto, se modificó en 1824, cuando el Coliseo cambió de administración y se suspendieron las funciones de santos tales como San Francisco Javier, Nuestra Señora de Guadalupe y Santa Margarita de Cartona, por mencionar algunas. Tras la negativa a representar estas obras, se dio entrada a comedias como El café (1792) y El sí de las niñas (1806), ambas del español Leandro Fernández de Moratín.
Según datos encontrados por Armando de María y Campos, en el Semanario Político y Literario de la Ciudad de México, en junio de 1824 se da cuenta de un registro en el que obras como La escuela de los maridos (1798) y El viejo y la niña (1790) de Fernández de Moratín, La Raquel de Vicente García de la Huerta y una refundición del Otelo de Shakespeare realizada por Antonio Valladares y Sotomayor e Indulgencia para todos (1818) de Manuel Eduardo de Gorostiza, formaron parte del repertorio del Coliseo desde el inicio de temporada de ese año.
Tras la presentación del actor español Diego María Garay en el Coliseo en 1824, el repertorio de este teatro se renovó de tal manera que las obras más recientes estrenadas en España fueron incluidas. Según el registro de las representaciones de 1825, entre éstas, se encuentra Don Dieguito (Madrid, 1820) de Manuel Eduardo de Gorostiza.
En los años siguientes al estreno de Contigo pan y cebolla, teatros como el Principal y el Nacional de la Ciudad de México, así como el Principal de Veracruz y Puebla representaron, en distintas ocasiones, las comedias originales de Gorostiza y sus traducciones y refundiciones.
En defensa de la construcción de Contigo pan y cebolla
Según apunta José María Roa Bárcena, biógrafo de Manuel Eduardo de Gorostiza, en su Discurso pronunciado en la sesión que en honor de don Manuel Eduardo de Gorostiza celebró el Liceo Hidalgo, el 17 de enero de 1876, el autor escribió la comedia Contigo pan y cebolla para aconsejar a su propia hija, doña Luisa. Pues ella sostenía una relación “con cierto joven español de buena cuna y brillantes cualidades, pero emigrado y sin recursos para establecerse…” de tal forma que con la obra, Gorostiza pretendía hacer que su hija desistiera de casarse con aquel muchacho.[4]
Este dato, aunque tal vez irrelevante –debido a que no existe una alusión directa a este hecho dentro de la obra–, nos permite observar la intención real de la pieza: transmitir una lección. El argumento, por lo tanto, es sencillo aunque lleno de incidentes; Matilde, hija de don Pedro de Lara, debido a la lectura de novelas sentimentales ha desarrollado la idea de que el verdadero amor está lleno de adversidades, y éstas se recargan, sobre todo, en la idea de pobreza. La joven, quien confiesa a su padre el amor por don Eduardo y la intención de contraer nupcias con él, cambia de parecer al enterarse que su prometido tiene títulos nobles y pertenece a una buena familia. Don Eduardo se muestra sorprendido por tal revés, sin embargo, comprende que las decisiones de Matilde están motivadas por las lecturas a las que se ha acercado y crea toda una estrategia para cumplir con su deseo de desposarse con ella.
El plan consiste en que, con ayuda de don Pedro, el pretendiente de Matilde pueda fingirse desheredado, en una pobreza y desventura tales que sean dignas de las novelas a las que acude la muchacha. Una vez que ella cae en la trampa y cree en todo lo que ha dicho don Eduardo, acepta casarse con él. Ayudada por su criado Bruno –y muy a pesar de éste, pues también él desconoce la mentira–, se desposa con su amado en una supuesta boda clandestina y termina por vivir en cuarto desprovisto de lujos y comodidades.
A partir de que la joven comienza a vivir estrechamente y se da cuenta de lo difíciles que son las tareas del hogar, su percepción empieza a transformarse por medio del escarnio. Éste surge no sólo cuando su marido se esconde del casero o cuando se quema las manos al intentar cocinar, sino también en el momento en que la muchacha tiene un encuentro con una vieja amiga, ahora convertida en marquesa.
Oportunamente para Matilde, después de estos pequeños percances, recibe la visita de su padre –acción también trazada por don Eduardo– y éste, al encontrarse a su hija en tales condiciones, le sugiere regresar con su esposo a su antigua vida. La joven acepta sin advertir todo el engaño al que ha sido sometida y termina por aceptar que la vida con la que soñaba era mejor en las novelas que en la realidad.
Contigo pan y cebolla, comedia dividida en cuatro actos y situada en Madrid, es una obra cuya intención didáctica y moralizante está presente en toda su construcción. Ésta, parece seguir aquella idea que Fernández de Moratín expresara en tercera persona sobre la función de la comedia neoclásica:
Consideró Moratín que la comedia debe reunir las dos cualidades de utilidad y deleite, persuadido de que sería culpable el poeta dramático que no se propusiera otro fin en sus composiciones que el entretener dos horas al pueblo sin enseñarle nada.[5]
En el empeño por serle fiel al propósito de transmitir al lector-espectador la enseñanza de que las uniones, más allá de sostenerse en el “amor” y los “ideales”, asimismo tenían que pensarse de forma pragmática –en este caso apuntando a las cuestiones económicas–, el autor toma distintas decisiones en la construcción de la comedia y en función tanto de enseñar como de divertir.
Desde un inicio justifica y explica el comportamiento exacerbado de Matilde como el producto de una obsesión enorme por lecturas que, más adelante señala, son de carácter sentimental. Esto se da a partir no sólo de las actitudes de la protagonista, sino también de las impresiones de los personajes que la rodean. Como ejemplo, desde la primera escena Bruno, el criado, además de funcionar como elemento activo de la comedia, nos informa en su interacción con Matilde lo siguiente:
DOÑA MATILDE. Sí, no he podido cerrar los ojos en toda la noche.
BRUNO. Ya, se habrá usted estado leyendo hasta las tres o las cuatro, según costumbre… […]
DOÑA MATILDE. Pero hombre, que estás ahí charlando sin saber...
BRUNO. ¿Conque no sé lo que me digo? Y en topando cualquiera de ustedes con un libraco de historia o sucedido, de ésos que tienen el forro colorado, ya no ha de saber dejarlo de la mano hasta apurar si don Fulano, el de los ojos dormidos y pelo crespo, es hijo o no de su padre, y si se casa o no se casa con la joven boquirrubia que se muere por sus pedazos, y que es cuando menos sobrina del Papamoscas de Burgos: todo mentiras.
DOÑA MATILDE. ¿Acabaste?
BRUNO. No señora, porque es muy malo, muy malo leer en la cama...
Que el autor no realiza una crítica al romanticismo a partir de la mención de las lecturas de Matilde queda claro cuando la joven alude a los personajes de las novelas que conoce:
DON EDUARDO. He titubeado algún tiempo entre Californias y la Nueva Holanda; pero al cabo puede ser que me decida por la Isla de Francia.
DOÑA MATILDE. ¡Allí nacieron Pablo y Virginia!
En este diálogo vemos que se hace referencia a la novela escrita por Jacques-Henri Bernardin de Saint-Pierre en 1787, perteneciente a un periodo prerromántico. Si tal fuera la intención, el dramaturgo habría considerado hacer más alusiones a los referentes románticos. Éstos únicamente se encuentran en uno de los diálogos de Matilde, cuando exclama: “… si habrá planchado anoche la Juana mi collereta a la María Estuardo…”. Referencia, quizás, a la María Estuardo de la obra de teatro del romántico alemán Friedrich Schiller. Alusión por demás breve para asegurar que la comedia de Gorostiza realizó una crítica a tal movimiento.
Aunque cabe señalar que la novela escrita por Bernardin sí mantiene un enfrentamiento directo con la corriente neoclásica, es necesario subrayar que en España –contexto para el que escribe Gorostiza y en donde se desarrolla la obra–, no había entrado aún el romanticismo cuando Contigo pan y cebolla fue escrita.
Matilde es, pues, únicamente una lectora incansable de novelas sentimentales –término que se utiliza en la obra–, y esto comienza a señalarse como defecto en cuanto su prometido don Eduardo, expresa: “¡Muchacha encantadora! Es lástima que haya leído tanta novela, porque su corazón…”. Gorostiza, entonces, pretendió justificar las decisiones radicales que la joven toma a lo largo de la comedia, no sólo en una actitud que puede ser derivada del espíritu mismo de la juventud, sino en una obstinación por trasladar las experiencias y situaciones de las novelas, a la misma vida:
DOÑA MATILDE. Si usted hubiera tenido que viajar en posta tres o cuatro días con sus noches... como a otros les ha sucedido... para poder llegar a tiempo de arrancar a sus queridas del altar en que un padre injusto las iba a inmolar ...ya era otra cosa ... y aun cierto desorden en la toilette, hubiera sido entonces de rigor; pero como usted viene solo de su casa...
Esta particularidad que el autor llevó hasta sus últimas consecuencias fue criticada en su tiempo como una falta de verosimilitud. Sin embargo, hay en Gorostiza una voluntad por dar una mayor importancia a la función y necesidad didáctica, que a la verosimilitud en el carácter que exigieron críticos como Mariano José de Larra y Rodolfo Usigli.
El comportamiento exacerbado que Gorostiza diseñó en Matilde se explica en la medida en que éste permite explotar el escarnio. La obra sostiene, en su mayor parte, el mecanismo de comicidad en las situaciones ridículas a las que la joven está sometida y de las que ella misma es causante.
Cabe aclarar que al establecerse desde un principio una conducta así de extremista en el personaje principal, resulta comprensible el mecanismo de la trama falsa. Recurso que también fue criticado en su momento y Gorostiza utilizó de manera recurrente en la producción total de sus obras, pero que dentro de esta comedia permite una participación más activa en personajes como don Pedro y de mayor comicidad en las relaciones entre ellos. Como ejemplo, en la necesidad por ocultar el plan elaborado por don Eduardo, comienza a entreverse el humor:
DOÑA MATILDE. Papá, papá, aquí está don Eduardo.
DON PEDRO. ¡Hola! Conque.... (risueño)
DON EDUARDO. Hum. (tosiendo)
DON PEDRO (aparte). ¡Canario! que se me olvidaba el encargo...
DOÑA MATILDE. Y ya nos hemos explicado cierto qui pro quo que había... y... nos hemos mutuamente satisfecho... y....
DON PEDRO. ¡Oh! pues si se han satisfecho ustedes, entonces.... (risueño)
DON EDUARDO. Hum. (tose)
DON PEDRO (aparte). ¡Maldita carraspera!
Sin embargo, este recurso restaría fuerza en la intención de aleccionar al personaje Matilde, pues al tratarse todo de una situación fingida por los mismos protagonistas, no resulta una corrección verdadera sino una corrección sin consecuencias reales para la joven que precisa aprender genuinamente. De tal forma que el autor antepone el final feliz a la enseñanza, aunque ésta se encuentre enunciada en palabras de don Eduardo con un tono de burla a Matilde:
DON EDUARDO. Y que mi Matilde, sólo por vivir con su padre y por disfrutar a su lado de las ruines comodidades de la vida, sacrifica magnánima todos los placeres de la indigencia, que por más que digan aquéllos que los han conocido sin buscarlos... ni merecerlos... tienen con todo mucho mérito a los ojos de... las jóvenes de diez y siete años que leen novelas.
Para ser consecuente también con este mecanismo establecido, la trama falsa obliga a cambiar de espacio. El acto iv ya no puede desarrollarse dentro de la casa de don Pedro, por lo que, en aras de que la muchacha obtenga una lección por sus idealizaciones, la sitúa en un cuarto correspondiente al de alguien pobre.
Con esta modificación, el dramaturgo se aleja de la preceptiva neoclásica en la cual la unidad de lugar que establece la acción ocurre en un solo espacio, pero privilegia la hilaridad cuando Matilde se enfrenta al verdadero entorno que tanto ha idealizado. Tal decisión tomada por Gorostiza fue para el crítico Larra más justificable en comparación con la unidad de tiempo que el autor también contravino. Ésta sostenía que la acción debía de ocurrir en un periodo no mayor a las veinticuatro horas.
El autor asumió dichas concesiones pues tienen un fundamento en la propia historia diseñada y corresponden a una mirada menos dogmática con respecto al neoclasicismo. Ésta resulta congruente si se tiene en cuenta que dichas unidades estaban perdiendo fuerza debido al movimiento romántico que de forma indirecta iba incidiendo en la forma de construir los dramas. La obra mantiene una intención moratiniana en la que una pieza teatral tiene las dos funciones “de utilidad y deleite”.
El deleite surge a partir de los elementos cómicos que se dan a lo largo de la obra y que, es necesario subrayar, son colocados desde distintas estrategias que van del carácter obsesivo y maniaco de Matilde hasta el uso de la trama falsa o giros en el lenguaje.
En este último punto, la crítica ha encontrado una falla al darle gusto al público trocando palabras:
DOÑA MATILDE. Que ya papá no se sorprenderá, y que la escena pierde por lo mismo una gran parte de su efecto.
BRUNO. Ande usted, señorita, que desde aquí a la hora de la cena, muchos fetos puede haber todavía.
En este diálogo en el cual “fetos” cambia por “efectos” y “escena” es entendida por Bruno como “cena”, el crítico Larra hizo hincapié en la falta de creatividad, empero, al confesar que el público gozaba de tales juegos, aceptaba además algo que resulta significativo: pese a todas las consideraciones que se pudieran tener sobre su construcción, la obra cumple con su objetivo de divertimento y enseñanza.
En 1833, Mariano José de Larra, quien era mejor conocido como “Fígaro”, escribía para la Revista Española un extenso comentario sobre el estreno de Contigo pan y cebolla en tierras madrileñas. Allí resaltó la iniciativa de Gorostiza por comentar su propio tiempo y por exponer en su obra las uniones amorosas poco reflexivas y por lo tanto ridículas de los jóvenes; además de hacer un paralelismo con la obra de Fernández de Moratín, quien con El sí de las niñas (Teatro del Príncipe, 7 de febrero de 1792) logró realizar una crítica a las decisiones intransigentes de los padres hacia la vida de sus hijos. Además de contrastar las formas de mirar el amor y su relación moralizante de acuerdo con la época por parte de ambos autores, Fígaro señaló el tema tratado por Gorostiza como “un asunto de la mayor importancia”, y subrayó la comicidad utilizada por el autor de Contigo pan y cebolla:
Ya puede inferir el lector qué de escenas cómicas ha tenido el autor a su disposición. El señor Gorostiza no las ha desperdiciado; rasgos hemos visto en su linda comedia que Molière no repugnaría, escenas enteras que honrarían a Moratín. El carácter del criado y las situaciones todas en las que se encuentra son excelentes y pertenecen a la buena comedia.[6]
No obstante, en el desarrollo de su opinión, el crítico también enfatizó los puntos débiles de la obra como el exacerbado y poco verosímil carácter de Matilde y el recurso fallido de la trama falsa. Acerca del primer punto, Fígaro terminó por concluir que el personaje femenino planteado por Gorostiza estaba más cercano a dibujar una “maniática” que a una joven enamorada y de la trama falsa advirtió que ni en Molière ni en Moratín podría encontrarse tal. A partir de esto, el crítico cuestiona: “¿de qué puede servirle el escarmiento y el ver lo que hubiera sucedido si hubiera hecho lo que no ha hecho?”,[7] para finalmente, en medio de los comentarios agudos en contra de la obra, resaltar:
A pesar de estas observaciones que no podemos menos de hacer, nos complacemos en repetir que es mayor la suma de las bellezas que de los defectos de la comedia. El señor De Gorostiza ha adquirido un nuevo laurel, y nosotros quisiéramos que la obligación del periodista se limitara a alabar: mucho nos daría que hacer aun en este caso esta composición dramática. En cuanto a la representación podemos asegurar que no nos acordamos de haber visto en Madrid nada mejor desempeñado en este género.[8]
Manuel Bretón de los Herreros, en El Correo Literario y Mercantil (8 de julio de 1833), también escribió sobre el estreno madrileño de Contigo pan y cebolla. En su crítica, calificó de exagerado el carácter de la protagonista que, finalmente acabó por llevar “…a una altura inverosímil, increíble, el entusiasmo del amatorio romanticismo".[9]
Tanto a Larra como a Bretón de los Herreros respondió Ángel Cepeda –quien era en realidad el hermano del autor, Pedro de Gorostiza y Cepeda–, con su texto Defensa de la comedia intitulada Contigo pan y cebolla, contra las críticas que han hecho de ellas los periódicos de Madrid. Dirigida a los redactores de la Revista Española, texto publicado como folleto por la Imprenta de Repullés. Esta defensa, por supuesto, se enfrentó inmediatamente a parcas réplicas por parte de ambos críticos.
Muchos años después, Francisco Pimentel en Historia crítica de la poesía en México (México, 1892) realizó observaciones acerca de esta comedia y coincidió con Larra únicamente en el comentario dedicado a la “unidad de tiempo”; en el cual se critica a Gorostiza por la falta de apego a esta unidad característica de la corriente neoclásica. En la defensa de la comedia y de las consideraciones de Fígaro, Francisco Pimentel señaló:
A las buenas circunstancias de forma que recomiendan las obras dramáticas del poeta mexicano, hay que agregar otra de mucha importancia: La perfección de la poesía cómica consiste en pintar al hombre de todos los siglos y de todos los países y al mismo tiempo individualizarle por medio de los rasgos más característicos de cada época y de cada lugar. Pues bien, Gorostiza presentó acertadamente en sus piezas el corazón humano y la sociedad en que vivía.[10]
Entre las valoraciones positivas a la obra de Gorostiza, se encuentra el comentario de José Tomás de Cuéllar en el ensayo “La literatura nacional. Apuntes”, incluido en La Ilustración Potosina (1869): “Gorostiza, en más fecundo terreno, floreció en el teatro y dejó imperecederos monumentos de su ingenio en El amigo íntimo, en la comedia Contigo pan y cebolla, y en otras cuyo apogeo vio el teatro español”.[11]
Rodolfo Usigli, por el contrario, tanto en sus “Escritos sobre la historia del teatro en México” como en "Manuel Eduardo de Gorostiza, hombre entre dos mundos", subrayó las carencias que tiene el autor, a quien consideró como “un escritor español”, debido a que todas sus obras –con excepción de una de ellas– corresponden a un contexto y mirada sumergidos en la Madre Patria.
Respecto a Contigo pan y cebolla, Usigli se mostró duro con su crítica y terminó por no considerarla como una de las obras con las que Gorostiza obtuvo un sitio dentro del teatro español o hispanoamericano. Entre algunas de las observaciones que hizo, destaca la siguiente:
Cuando escribe en prosa, tampoco llega lejos. Moratín se le había adelantado, y la composición dialogística en El amigo íntimo y de Contigo pan y cebolla, para no contar las descuidadísimas obras menores y traducciones, es tiesa, poco flexible, llena de rasgos caricaturales que destacan mediocremente sobre una prosa mal almidonada. Curiosamente, mientras el Moratín de El sí de las niñas recibe elogio por la naturalidad de su diálogo, “a pesar de estar en prosa”, la de Gorostiza diluye en extremo la realidad y la naturalidad de sus personajes en acción.[12]
Y al explicar el éxito que Manuel Eduardo de Gorostiza tuvo en su tiempo como comediógrafo, Usigli apuntó:
Entre Moratín y Bretón de los Herreros (otra vez entre), Gorostiza acapara por unos años (1815-1820) el cetro de la comedia española, triunfa en el desierto y, aun ausente, alcanza un éxito resonante con motivo del estreno fraudulento, a lo que se dice, de Contigo pan y cebolla (1833).[13]
A pesar de estos comentarios, tal como sucedió con la crítica de Fígaro, Usigli reconoció también el valor de la obra de Gorostiza al manifestar que a partir de su entrada a la escena nacional “se manifiesta el teatro al fin, si no temprano, en la renovación de la escuela clásica”.[14]
En cuanto a los estudios en torno al autor, el crítico Armando de María y Campos realizó diversos artículos de importancia para comprender el contexto en el que el autor se encontraba y en el que la comedia surgió.
El libro Manuel Eduardo de Gorostiza en su contexto dramatúrgico, escrito por Felipe Reyes Palacios, resulta fundamental para el análisis minucioso y la comprensión profunda del autor de Contigo pan y cebolla, debido a que es el estudio más completo que existe hasta la fecha.
Cuéllar, José Tomás de, La Ilustración Potosina. Semanario de literatura, poesía, novelas noticias, descubrimientos, variedades, modas y avisos, 1869, ed. de Ana Elena Díaz Alejo, est. prel., notas, índs. y cuadros de Belem Clark de Lara, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México/ Instituto de Investigaciones Filológicas, 1989.
Fernández de Moratín, Leandro, Obras de Leandro Fernández de Moratín dadas a luz por la Real Academia de la Historia, t. ii, Comedias originales, Madrid, Aguado, 1830.
Gorostiza, Manuel Eduardo de, Teatro selecto, 5ª ed., ed., pról. y notas de Armando de María y Campos, México, D. F., Porrúa (Colección de Escritores Mexicanos, 73), 2000.
Larra, Mariano José de, “Representación de la comedia nueva de don Manuel Eduardo Gorostiza titulada Contigo pan y cebolla”, La Revista Española. Periódico Dedicado a la Reina Nuestra Señora, núm. 75, 9 de julio de 1833, ed. digital del facs., Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Web, (consultado el 6 de noviembre de 2014).
Magaña Esquivel, Antonio y Ruth S. Lamb, Breve historia del teatro mexicano, México, D. F., Ediciones de Andrea (Manuales Studium, 8), 1958.
María y Campos, Armando de, Manuel Eduardo de Gorostiza y su tiempo: Su vida, su obra, México, D. F., s. e., 1959.
----, “Celebración del centenario de Manuel Eduardo de Gorostiza con su comedia Contigo pan y cebolla”, Reseña histórica del teatro en México, Web, (consultado el 6 de noviembre de 2014).
----, “Contigo pan y cebolla, según el juicio de un cronista de la época de su estreno: ‘Fígaro’”, Reseña histórica del teatro en México, Web, (consultado el 6 de noviembre de 2014).
----, “Contigo pan y cebolla, según la crítica mexicana. Su estreno y su repercusión centurial”, en Reseña histórica del teatro en México, Web, (consultado el 6 de noviembre de 2014).
Reyes Palacios, Felipe, Manuel Eduardo de Gorostiza en su contexto dramatúrgico, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México/ Instituto de Investigaciones Filológicas/ Centro de Estudios Literarios, 2009.
----, “La teoría y crítica neoclásica de la comedia en la época de Moratín y Gorostiza”, en Tramoya, núm. 81, octubre-diciembre, 2004, pp. 65-80.
Roa Bárcena, José María, “Discurso pronunciado en la sesión que en honor de don Manuel E. de Gorostiza celebró el Liceo Hidalgo, el 17 de enero de 1876”, en Relatos, comp. y pról. de Julio Jiménez Rueda, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 28), 1993.
Usigli, Rodolfo, Teatro completo iv. Escritos sobre la historia del teatro en México, comp., pról. y notas de Luis de Tavira, México, D. F., Fondo de Cultura Económica (Letras mexicanas), 1996.
Gorostiza, Manuel Eduardo de, Contigo pan y cebolla, Biblioteca Digital Tamaulipas, (consultado el 6 de noviembre de 2014).
----, Contigo pan y cebolla, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, (consultado el 6 de noviembre de 2014).
Harmony, Olga, "Contigo pan y cebollas", La Jornada, (consultado el 6 de noviembre de 2014).