Vitalidad, derrumbe, vitalidad. Es la tensión permanente de este poeta (y de estos poemas) donde la trivialidad se vuelve piedra de toque para dibujar a golpes el canto contenido de lo diario. Poesía coloquial, erguida o desgarrada pero poseedora ya de dominio y asombro, dos cualidades que cualquier poemario debe contener, y más cuando el autor es joven. No es poesía de destellos abstractos como suele ser común en nuestros días, es poesía directa, sedienta, pinchada en ocasiones por los delirantes asuntos irreales de la realidad. Fiel a sus maestros Gonzalo Rojas, Mario Benedetti y Jaime Sabines, Rogelio Guedea nos ofrece aquí su tercer conjunto de poemas, donde, desde el mismo título, se manifiesta una vocación rítmica que se sostiene con gran eficacia a lo largo de todo el libro.