La tristeza, el desengaño y la inestabilidad son estados cotidianos que acompañan a los protagonistas de los nueve relatos de Niños tristes. En “Los Werner falsos” un camarógrafo y un director de cine son víctimas de la locura fugaz de los extras disfrazados de nativos en una locación en la selva; “Zoológico de animales muertos” cuenta la atracción principal, que consiste en presenciar la descomposición de todos los seres que, sin explicación alguna, un día amanecieron muertos; por su parte el protagonista de “Ambos tenían ojos verdes” descubre que las relaciones personales ya no son lo mismo desde que existen las redes sociales. Gabriel Rodríguez Liceaga retrata con ironía los males de la vida moderna: lo inmediato, la apatía y la depresión.