Escenas de la tierra en fiesta y de la mar en calma nos sitúa en una tradición simbólica lunar. La mayoría de sus historias ocurren de noche, son nocturnos sus personajes o bien se ve modificada su conducta por la luna. Lo mismo aparecen invocantes que coleccionistas de dientes, escribanos o simplemente una pareja de amantes bajo la luna que es un catalejo, que es obturador de una cámara, que es la esfera cristalina de Areutas, un hombre que trucaba esferas. Acaso la principal virtud de los relatos contenidos en este libro, es el equilibrio alcanzado entre la anécdota y el modo de exponerla. Los recursos narrativos empleados obedecen a una intención, la de provocar en el lector distintas sensaciones. Voces narrativas, cambios temporales o la presencia de símbolos, proporcionan al libro una variedad que hace fluida su lectura. Y al término de la misma, la idea que permanece es la del oficio. Oficio de narrador, el de José Abdón Flores de León, y oficios los de sus personajes. Reunidos bajo esta característica, el autor encuentra la relación existente entre el modo de ser y el oficio desempeñado. Fotógrafos, artesanos o antiguos artistas, sus personajes invisten un hábito: no el de los ropajes sino el de una conducta habitual que los define.
Rafael Herrera Rangel