2016 / 01 dic 2017
Línea, único poemario en prosa en la obra de Gilberto Owen, fue publicado en Argentina en 1930 en la colección Cuadernos del Plata; el tiraje constó de 300 ejemplares. El libro se encuentra conformado por veintitrés textos; se destacan las asociaciones, en apariencia disímiles, de ideas; los juegos de nombres, las imágenes inesperadas y las alusiones literarias a otras obras y personajes (André Gide, la figura del hijo pródigo, Orfeo). Línea se encuentra ubicado en la estética de las vanguardias, específicamente en la estética cubista y surrealista: transformar lo cotidiano a partir de medios artificiales como la recreación de ambientes oníricos sería una de las características principales, más visibles, de la obra.
Al final de la época porfiriana, México se encontraba en un periodo de apertura con el resto del mundo. El deseo de civilización y cultura creció. Quedó atrás, aunque no desapareció del todo, la construcción nacionalista de la Reforma, y se comenzó a cuestionar lo que es considerado como arte nacional o escuela mexicana. Fue la transición cultural y cosmopolita de México.
Posterior a la lucha de revolución, Álvaro Obregón tomó la presidencia. El objetivo principal fue la reconstrucción nacional. Reconstrucción lenta en ejecución, pero que dejó establecidas las nuevas bases del poder político. Es en este ámbito que Álvaro Obregón puso en marcha la Reforma agraria.
En 5 de febrero de 1923 en Zitácuaro, Michoacán, encontrándose entre el público el presidente, Owen pronunció un discurso. Al escuchar las palabras del joven estudiante, Álvaro Obregón decidió llamarlo a formar parte de la Secretaría de la Presidencia. Comenzó así la trayectoria burocrática de Gilberto Owen quien ocupó distintos cargos tanto en la Secretaría de la República como en la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Es en este contexto político que Gilberto Owen se sumergió en la estética plural de un grupo en formación. Su encuentro con Jorge Cuesta y su amistad con Xavier Villaurrutia, además de su participación en la revista Ulises,[1] fueron importantes para el desarrollo literario de nuestro autor. Owen se instaló de manera natural en las reuniones del mítico Café América. Al respecto, el mismo poeta alude:
A aquel café llegó una tarde, a descubrirnos, un escritor de nuestra edad y ya admirado desde entonces por muchos y por nosotros. Pero hay una frase de Novo que lo dice mucho mejor: “Entonces Xavier Villaurrutia, que tiene mejor carácter que yo, descubrió a dos jóvenes extraordinariamente delgados e inteligentes: Jorge Cuesta y Gilberto Owen…” Casi desde la llegada de Villaurrutia pusimos mesa aparte, y pronto nos fuimos a otro café.[2]
De esta forma se fue conformando el conocido “Grupo sin grupo”, que tiempo después se concretó como Contemporáneos. La pluralidad del grupo enriqueció la formación y el desarrollo de cada uno de sus integrantes. Esta idea queda expuesta de manera más directa por el propio Xavier Villaurrutia quien, en una carta a Edmundo Valadés, comparte:
En nada se parece un poema de Gorostiza a otro de Gilberto Owen. En nada una página de Cuesta a una mía. Y, no obstante, un lazo imperceptible las une, más en la mente de los escritores que nos preceden o nos siguen que en la realidad misma, un grupo, una generación. El hecho de que se nos considere unidos nos viene, pues, de fuera. Ni un programa, ni un manifiesto que provoquen esta idea hemos formulado.[3]
Dicha pluralidad acompañó la formación de Gilberto Owen, quien atendió de manera atenta al conocimiento de sus compañeros:
…me desconcertaba en ocasiones el discurso elaborado y convincente de Cuesta y, a veces, también, me daba un poco de vértigo la rapidez sutil del de Villaurrutia; además, mi información provinciana, que era exclusivamente literaria, me irritaba y me avergonzaba cuando los dos me arrastraban a la pintura y a la música, mundos que apenas estaba descubriendo por entonces.[4]
A principios de 1928, año del asesinato de Álvaro Obregón luego de su nueva elección, Gilberto Owen llevó a cabo cursos en la Cancillería Mexicana. Así, desde el mes de julio, Owen quedó a disponibilidad como escribiente de primera y fue enviado al Consulado Mexicano en Nueva York. Fue en Nueva York donde el poeta sinaloense envió el manuscrito de Línea a Alfonso Reyes. En carta a Alfonso Reyes fechada el 22 de mayo de 1929, Owen escribe:
Sólo le envío, pues, un libro viejo, anterior a mi comercio, fuera de México, con lo relativo. Lo hago porque al releerlo, ahora, lo he amado, y sólo me apena por incompleto. Sucedió que un día iba a pasar por Veracruz y quise quemarme, atrás de mí, en manuscritos. Yo venía en sentido geográfico contrario y no pensaba en Cortés. Pero mis amigos sabían que iba yo a volver a mí –o en mí– y ahora me han enviado algunos de los poemas de que tenían copia y que eran carne de Línea. He preferido no tocarlos más, ni rehacer –qué imposible– los diez o quince perdidos, ni agregar nuevos sino ese Retrato del subway –que tiene su misma edad, que es igual a ellos.[5]
En otra carta, enviada a Xavier Villaurrutia, fechada seis meses después que la carta enviada a Alfonso Reyes, Owen comenta:
Ya le mandé Línea a Alfonso Reyes. Sólo tiene 24 poemas, y eso contando como dos el autorretrato que ya conoces y que, por viejo, metí en el mismo libro. Recuerdo que en el ejemplar perdido había treinta, sin estos dos, o más. Si Celestino pudiera conseguirme uno que le envié a Clementina sobre la realidad, me parece, de su hermana; y otro que hablaba del licenciado Vidriera, y otro... pero no, más vale dejarlo así.[6]
En estos dos fragmentos observamos el nacimiento, por lo menos editorial, de Línea. A finales de 1929, Owen fue enviado a Detroit, Michigan. Después de la publicación de Línea, Gilberto Owen, en enero de 1931, fue enviado a Cincinnati, Ohio, sin terminar el año en el consulado de esta ciudad, debido a que sólo seis meses después de su llegada fue enviado a la ciudad de Lima, Perú, en donde quedó encargado de la Oficina Consular y donde comenzó una nueva historia tanto política como literaria.
Línea fue el primer poemario de Gilberto Owen publicado como libro, esto con la ayuda de Alfonso Reyes, que, luego de recibir el manuscrito, lo publicó en la colección Cuadernos del Plata, proyecto ideado por Reyes y Evar Méndez con la finalidad de dar a conocer la obra de autores tanto mexicanos como argentinos.[7] Línea compartió año de publicación con libros de poesía como Destierro, de Jaime Torres Bodet (publicado en España); Ébano y marfil, de Juan Manuel Ruiz Esparza; El jardín de la luna, de Graciana Álvarez del Castillo; Lira de veinte años, de Laura Palavicini; entre otros.
En los poemas en prosa de Línea la imagen es una de las principales características que debemos tener en cuenta. Según Gastón Bachelard, la imagen: “consiste en poner el acento sobre su virtud de origen, captar el ser mismo de su originalidad, beneficiándose así de la insigne productividad psíquica de la imaginación”.[8] La libertad del artista, otra visualización de la realidad y su imaginario personal serán tres ejes fundamentales que se complementan en el mosaico ofrecido por el poema en prosa.
Otros elementos importantes que Gilberto Owen reproduce dentro del poema en prosa son el diálogo con ciertas tradiciones y autores, presentando estos elementos intertextuales como fundamentales en el desarrollo de la obra. El primer poema, titulado "Sombra", y el segundo, titulado "El hermano del hijo pródigo" son una muestra de estas inquietudes al ser los primeros poemas con los que el lector se encuentra. A estos poemas los une tanto el relato bíblico como la obra de André Gide. El poema "Sombra" comienza: “Mi estrella –óyela correr– se apagó hace años. Nadie sabría ya de dónde llega su luz, entre los dedos de la distancia”.[9] De entrada nos encontramos de lleno con el desencanto, pero la luz, proveniente de una estrella muerta, sigue propagándose, ya que para que exista la sombra debe existir la luz. El yo lírico continúa: “Te he hablado ya, Natanael, de los cuerpos sin sombra. Mira, ahora, mi sombra sin cuerpo”.[10] Contrario a lo que pudiéramos pensar, el Natanael mencionado no es aquel que se acercó a la figura de Cristo a través de Felipe; el Natanael del poema surge de Los alimentos terrestres de André Gide. En Obras, en la sección “Otras prosas”, Gilberto Owen tiene un pequeño texto titulado, sencillamente, “André Gide”. Gracias a este escrito podemos entender la relación entre la voz que escribe “Sombra” y el Natanael de Gide. El escritor sinaloense señala:
Cuando inicié, por mi cuenta, un diálogo imposible con Nathanael, nacido sordo y mudo por la propia voluntad de monólogos sin respuesta del padre, quien además debería de preferir que no le oyera para que le olvidara con mayor premura. O eso, al menos, era lo que entonces me complacía yo en entender, todavía insospechables para mí la sinceridad y la desnudez de Gide. Ahora he sabido mejor. Y hasta fue él mismo quien dijo expresamente, primero, y tácitamente, después, en sus múltiples reediciones: “Sólo escribo para ser releído”, y ello me induce a sospechar que el insistente grito que ordena a Nathanael alejarse, emanciparse del lírico cautiverio, quiere decir precisamente lo contrario: “No arrojes este libro y no partas –y no asumas verdadera una libertad que nunca he deseado ofrecerte. […] Es entonces cuando ya me identifico con él, cuando ya lo veo como lo que es, como la relación, como el recuento de una abnegada sucesión de prisiones y de angustia.[11]
Es así como esa sombra sin cuerpo puede ser la consecución o el final de ese recuento de prisiones y de angustias. En un juego de contrarios (cuerpos sin sombra-sombra sin cuerpo) el yo enunciador remarca el fracaso y el desencanto por no permanecer entero, pues, colocados en una balanza, se podrá ser luz, se podrá ser sombra, pero nunca las dos.
Llama la atención que a lo largo del libro hay tres poemas con el título “Viento”. En ellos se desarrollan diversas perspectivas y paisajes que el viento delinea tanto de manera literal como metafórica: “Llega, no se sabe de dónde, a todas partes. Sólo ignora el juego del orden, maestro en todos”.[12] Así, el viento se presenta como esencia de la libertad. Figura que viene y va a su antojo por el ordenado mundo que los hombres han construido y el cual ha delimitado su propia estructura. El viento como figura contra la solemnidad, fiel al espíritu de la vanguardia: “Hasta los que usan monoclo habrían llorado”.[13] Es el viento también el que delinea las imágenes y el que las lleva hasta el yo lírico: “Sonó el cencerro, al cuello de la iglesia, y las casas echaron a andar rumbo al campo y llegaron a mí, que podía ir a ellas”.[14] Pareciera que el viento recorre las páginas de Línea, y que el libro es sólo libro, hasta que el viento pasa por sus páginas: “Yo pasaba todas las noches, y arrancaba a hurtadillas algunas imágenes. Como el sol me las borraba, empecé a guardarlas en un libro de versos. Pero ahí estaban más muertas todavía”.[15]
El primero de los poemas se encuentra conformado por tres párrafos, y los dos siguientes por cuatro. Cada uno genera una imagen única sobre el viento que se superpone al paisaje que se va recorriendo. El viento como pincel y la página como mosaico. El lenguaje se encuentra en constante transformación. No siempre el viento es el propio tema. Algunas veces es el pretexto o el detonante para la imaginación del enunciante: “En aquel paseo conocí también a la hermana Ana, conserje de un hotel, encargada de abrir todas las puertas, incansablemente, para ser guillotinada por la última. A Barba Azul ya lo llamaban cielo”.[16] El espacio onírico es en donde habitan estas experiencias.
Es así como el viento es una línea presentada en el libro. Otra línea que debemos considerar importante, a pesar de no estar escrita en prosa, es la línea generada por el "Subway". Me refiero al poema "Autorretrato o del subway". Vicente Quirarte nos enseña un poco sobre la génesis del poema:
A Gorostiza le dice que está preparando un poema de 450 líneas sobre el tema. El resultado –más modesto– es el poema “Autorretrato o del subway” que aparece en Contemporáneos y posteriormente será incorporado a Línea. Es el único poema conocido de su relación directa con Nueva York, y su imaginería recuerda los poemas de García Lorca escritos a partir de la misma experiencia: imágenes aisladas, superpuestas, como aires de jazz o composición de Gershwin.[17]
Este encuentro con la ciudad de Nueva York remitirá a la experiencia de choque y contraste que otros autores, de manera similar, sintieron al estar en la misma situación. Al respecto, y dirigiéndose más al descubrimiento del "Subway", Anthony Stanton señala:Como en poetas hispánicos anteriores (José Martí y Juan Ramón Jiménez) y otros casi contemporáneos (Federico García Lorca llegará a Nueva York un año después), el encuentro con la metrópolis de la modernidad significa una sacudida de la sensibilidad del poeta y una transformación radical de sus recursos expresivos. Lo primero que le impacta de la realidad nueva, extraña y heteróclita de Nueva York es su tren subterráneo, metro o subway, que Owen siempre nombra en inglés.[18]
Es el mismo Stanton quien liga esta experiencia y este poema en particular, con la técnica cubista empleada por Gilberto Owen:
Para el artista, entonces, la primera manera de captar la realidad nueva, descomunal y heterogénea de la urbe moderna es a través de la técnica espacial o visual de los pintores cubistas que proponen la yuxtaposición y multiplicación geométrica de perspectivas: un collage de lo heteróclito. Por eso, la abundancia de cifras, siglas, números, datos, nombres, listas, enumeraciones y la llamativa alternancia del español y del inglés.[19]
El poema se encuentra dividido en dos partes numeradas, escritos en verso libre, y ambos apartados carecen de signos de puntuación. La primera parte se titula "Perfil" y la segunda "Vuelo". El viento hace presencia nuevamente. Al principio del poema leemos: “Viento nomás pero corregido en cauces de flauta”.[20] El Subway como viento apresado, corregido y sometido a los túneles, a esos cauces de flauta. Subway, túnel, viento, “hilo de mis ojos suspenso”, diferentes líneas que construyen la composición del poema y del poemario. El yo lírico se vale de distintos recursos para generar el ambiente tanto en un sentido metafórico como en un sentido sonoro. Stanton apunta:
El penúltimo verso de “Perfil” es notable. Las repetidas aliteraciones enlazan en una misma red sonora y semántica a la sensualidad, al sueño y al sur, agrupando estas palabras alrededor de la torre fija y vertical de la Teología (escrita con mayúscula): “adiós sensual sueño sensual Teología al sur del sueño”. Se trata de un verso muy eficaz en su aparente extrañeza. Un oído atento asocia con este mismo patrón sonoro la palabra “subway” (del título del poema).[21]
La primera parte, “Perfil”, toma la perspectiva de aquel que espera y observa la llegada y la retirada del subway. Mientras que en la segunda parte, “Vuelo”, se encuentra ya en la experiencia del viaje: “Ventana a no más paisaje y sin más dimensiones que el tiempo”.[22] Todas las imágenes yuxtapuestas que vendrán después surgen de esa mirada por la ventana que la velocidad del subway ocasiona:
noche de cerbatana nos amanecería un sol de alambre sólo
hay pájaros que no aclimatan su ritmo a un poco balas
ríos alpinistas que nacen al nivel de sueños sin pájaros
y no se mueren ni matan a balas perdidas que nadie ha gritado.[23]
Por esa sensación vertiginosa podemos entender por qué el poeta decide prescindir de la puntuación. El ritmo generado por la ausencia de signos se vuelve intrincado y veloz como el viaje realizado en el subway.
En la colección Cuadernos del Plata se publicaron cinco cuadernos en total. Gilberto Owen fue el único mexicano que compartió la colección al lado de figuras como: Ricardo Güiraldes, Macedonio Fernández, Ricardo Molinari y Jorge Luis Borges.[24] Sin embargo, su recepción inmediata fue casi nula. El mismo Alfonso Reyes, en una carta dirigida a Jorge Luis Borges el 19 de agosto de 1942, solicitó al escritor argentino un favor: “¿Sería posible que me consiguiera un volumen de Línea de Gilberto Owen, que publicamos en los Cuadernos del Plata?”. La valoración y apreciación de Línea serán consideradas a partir de las ediciones realizadas tanto en 1953, por la Imprenta Universitaria, como en 1979, por el Fondo de Cultura Económica. Cabe destacar que en la mítica antología Poesía en movimiento, de los nueve poemas seleccionados, seis pertenecen a Línea, quedando sólo tres de Perseo vencido.
Sandro Cohen, a partir de poemas en específico del libro en cuestión, en este caso Viento (56), señala algunas características fundamentales de la obra:
En este primer libro publicado, Owen se deja llevar por sus propios demonios y les da una expresión nítida. Al decir, por ejemplo, “Sonó el cencerro, al cuello de la iglesia, y las casas echaron a andar rumbo al campo y llegaron a mí, que no podía ir a ellas”, se percibe una gran distorsión, un desequilibrio de proporciones y propósito que no deja de ser un acierto al convertir la iglesia en una vaca. Pero ésta no es la función primordial de la imagen, sino la de hacer que esa iglesia pueda caminar, que se pueda mover de un lugar a otro como las casas que se “echaron a andar rumbo al campo” porque él, o sea, el narrador, no podía moverse.[25]
Pasa lo mismo a partir del texto "Poema en que se usa mucho la palabra amor", del que Cohen logra dilucidar algunos pensamientos de la poética del libro en su totalidad:
Owen, lejos del ambiente que alienta su nostalgia, parece perder contacto consigo mismo, con sus propias formas y carece de definición. Se vuelve una existencia amorfa, una sombra dentro de sus propias cavilaciones descubiertas en poesía. Se llora “vacío y lleno” de “pobreza de sombra” en el “Poema en que se usa mucho la palabra amor” (en el que tal palabra no aparece ni una vez). Para Owen, las palabras no son sino una “sombra en el muro”, y en su “Escena de melodrama” cuestiona el valor del suicidio, negando su utilidad con el argumento de que “una sombra no deja, casi, huellas.[26]
Sobre el estilo general de Gilberto Owen, Alí Chumacero señala: “Owen prefirió el trabajo del minero, del buzo, del criminal que en la alcoba concierta sus intenciones, antes que reclamar un prestigio logrado a fuerza de vigilias”.[27] Es así como Línea, de Gilberto Owen, en apariencia una obra oscura, se presenta como base poética del mundo oweniano. Un mundo en el que imagen y sentido se encontrarán siempre entre los límites de sus posibilidades.
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