Enciclopedia de la Literatura en México

Los años falsos

mostrar Introducción

Los años falsos, segunda y última novela de Josefina Vicens fue publicada en 1982, veinticuatro años después de El libro vacío (1958), bajo el sello editorial de Martín Casillas y por el cual obtuvo el Juchimán de Plata del gobierno de Tabasco. En 1985 la misma casa editorial publicó una segunda edición, esta última es incluida en la colección Textos de Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México. Recientemente, en 2006, fue reeditada por el Fondo de Cultura Económica junto con El libro vacío. En la primera publicación de Martín Casillas Editores de 1982, en el capítulo veinticuatro –si bien los capítulos que conforman el libro no aparecen como tales, sino como secciones que se enlazan conforme se suscitan los recuerdos en el protagonista– Luis Alfonso acude a la casa de Elena, amante de su padre, a conversar con ella, poco después de que se ha enterado por sus amigos de la existencia de la joven. En la segunda edición (1985) se da un giro en la trama: el adolescente tiene relaciones sexuales con ella. Aunque en ambas ediciones Elena es una amante compartida, la descripción del encuentro sexual es contemplado hasta la segunda edición.

La novela, cuyo tiempo narrativo se desarrolla en el transcurrir de una oración fúnebre al pie de la tumba del padre de Luis Alfonso, aborda una serie de temas: reflexión del yo y el otro, el ser y el parecer, la corrupción y componendas de la clase política, así como una crítica hacia la sociedad (modelo de familia, sistema de valores) y el establecimiento patriarcal de los roles sexuales a partir del narrador y del personaje, Luis Alfonso Fernández. Un joven que, tras la muerte del padre, Poncho Fernández, en un absurdo accidente con su propia pistola, es obligado a ocupar literalmente el lugar de aquél: se convierte en hijo y en esposo de su madre, en hermano y padre de sus hermanas y en amante de Elena, concubina de Poncho Fernández. Luis Alfonso sufrirá un proceso de enajenación del yo. En un monólogo (disfrazado de diálogo) incesante, la complejidad de la novela se agudiza conforme a la progresiva asimilación del joven con la figura paterna.

El desamparo, la soledad, la falta de comunicación y solidaridad, así como el tedio, la mansedumbre y una existencia sin rumbo ante la imposibilidad de cambiar el entorno están representados en Luis Alfonso. De ahí que Los años falsos sea una obra catalogada por la crítica como parte de la narrativa existencialista y como una propuesta escritural que indaga las costumbres de una clase media urbana y que con ello hace un retrato de esa realidad mexicana: el conflicto identitario del protagonista representa el México de principios de los ochenta, la novela delata la descomposición del sistema desde la desilusión del 68.

mostrar Contexto de Los años falsos

Josefina Vicens sólo publicó dos novelas El libro vacío (1958) y Los años falsos (1982). La primera la llevó a ganar el Premio Xavier Villaurrutia en el año de su publicación y por la segunda recibió en 1983 el Premio Juchimán de Plata en Tabasco, entregado por la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco. Colaboró en revistas especializadas en la fiesta taurina y en otras de análisis político, escribió un cuento, “Petrita” y más de veinte guiones cinematográficos como el de Las señoritas Vivanco (Mauricio de la Serna, 1959), Los perros de dios (Francisco del Villar, 1973) y Renuncia por motivos de salud (Rafael Baledón, 1975), entre los más reconocidos e incluso, premiados. La atención que generó en la prensa Los años falsos influyó en que El libro vacío se publicara de nuevo en 1985 por el gobierno de Tabasco y en 1986 apareciera en la colección Lecturas Mexicanas auspiciada por la Secretaría de Educación Pública.

Vicens nació en 1911, durante la presidencia de Madero, en plena Revolución mexicana. Como indica Julia Tuñón en “Nueve escritoras, una revista y un escenario…”: “Si en su infancia vivió años tumultuosos, su obra, no obstante, floreció cuando esa misma Revolución había bajado del caballo para subir al escritorio”.[1] Durante la primera mitad del siglo xx, México vive cambios importantes en su composición socio-económica y político-cultural; las dos guerras mundiales que habrán de sucederse a partir de 1918 acabarían por afectar de modo irremediable la discusión filosófica en torno a la llamada "condición humana". En Francia, con el existencialismo, Jean Paul Sartre y Albert Camus se preguntan por el sentido de la vida; las nociones de la nada, el absurdo y la libertad se vuelven temas de reflexión en el discurso filosófico de la época. En este periodo conflictivo que se extiende por decenios vive Josefina Vicens, su obra se inserta en la temática existencial de los habitantes de la ciudad, que la Generación de Medio Siglo inició con el retrato crítico de sus habitantes.

Josefina Vicens forma parte de la narrativa mexicana de la segunda mitad del siglo xx; publica Los años falsos a la par que Margo Glantz Las genealogías, Luisa Josefina Hernández Apocalipsis cum figuris (1982), y María Luisa Mendoza El perro de la escribana (1982).

Era amiga de los Contemporáneos, de Francisco de la Maza, de Elías Nandino. Se movía en dos ambientes que a veces sentía como incompatibles; pertenece a la generación de Juan Rulfo (1917-1986) y de Octavio Paz (1914-1998), escritores que nacieron durante la lucha armada en México y que publicaron sus obras durante la década de los cincuenta. Desde este punto de vista, la obra de Vicens podría inscribirse al mismo tiempo dentro de la Generación de Medio Siglo y Contemporáneos, aunque no responda totalmente a las condicionantes marcadas por estas dos generaciones.

En cuanto a la primera, Adriana Sáenz Valadez apunta que es en la aparente lucha por la búsqueda temática, la preocupación por las problemáticas citadinas y de los recién llegados a la Ciudad de México, que es posible ubicar a Josefina Vicens en esta generación, con la salvedad de que, de acuerdo a las características de años de nacimiento, está lejos de pertenecer a ésta.[2] Gabriela Cano, por su parte, sugiere que “las obsesiones metafísicas y las preocupaciones artísticas de los Contemporáneos dejaron huella en la joven”.[3]

Otros críticos, entre ellos Bárbara B. Aponte, asocian Los años falsos con la Literatura de la Onda pero no como prolongación de ésta, sino como perteneciente al tema de la adolescencia mexicana:

el estilo es de una sencillez lírica que recuerda la prosa igualmente límpida con que José Emilio Pacheco ha recreado la vida adolescente, más recientemente en Las batallas en el desierto (1981). Los años falsos sí pertenece a la larga tradición narrativa de la literatura occidental donde el tema de la adolescencia se presta a concentrar en el autodescubrimiento, en la experiencia interior, en la intensidad emocional.[4]

Raquel Gutiérrez Estupiñán agrupa bajo el rubro de narradoras de los años 60 a Josefina Vicens junto con Emma Dolujuanoff, Rosario Castellanos, Elena Garro, Luisa Josefina Hernández, Guadalupe Dueñas, y Amparo Dávila.

En relación con la literatura del 68 si bien Los años falsos le precede por décadas, expone, en palabras de Óscar Barrau, el “marco ambiental de los años ochenta (de grotesca y monumental corrupción, de agotamiento y frustración sociales largamente acumuladas desde la desilusión del 68”.[5] Incluso en el mismo año de publicación de este libro aparecen una serie de novelas que incursionan en la literatura del 68 como Que la carne es hierba de Marco Antonio Campos, Ahora que me acuerdo de Agustín Ramos y Crónica de la intervención de Juan García Ponce.

Alessandra Luiselli sugiere que Josefina Vicens es precursora de un nuevo estilo dentro de la narrativa mexicana al apartarse de la literatura regionalista, representada por Rulfo, Yáñez y Castellanos, al apropiarse de una voz masculina para narrar en primera persona.[6] Eve Gil concuerda y agrega que, a partir de Vicens, autoras mexicanas de los noventa como Francesca Gargallo en La decisión del capitán (1997), Cristina Rivera Garza en Nadie me verá llorar (1999), Ana García Bergua en El Umbral (1997), Púrpura (1999) y Rosas negras (2005) recurren al narrador varón o al punto de vista masculino,[7] y recientemente Ana Clavel en Cuerpo náufrago (2005), un homenaje al Orlando de Virginia Wolf.

mostrar Recursos técnicos y temáticos en Los años falsos

Las dos novelas de Josefina Vicens están protagonizadas y narradas por personajes masculinos: José García, oficinista, en El libro vacío y Luis Alfonso Fernández, adolescente, en Los años falsos. En esta última, como señala Ana Rosa Domenella en “Muerte y patriarcado En los años falsos”, la obsesión por la escritura se sustituye por la obsesión de la muerte y el recurso de la primera persona se complejiza con el desdoblamiento de un tú presente e implícito en el discurso del narrador.[8] La historia comienza y acaba junto a la tumba del padre de Luis Alfonso, Poncho Fernández, durante la visita familiar por el cuarto aniversario del fallecimiento de éste. Abre con una oración enigmática, un juego pronominal, “Todos hemos venido a verme”, donde el narrador se incluye, y que en el transcurso de la narración se aclara. Cierra con un “Amén”, que marca el fin del rezo familiar y la vida del protagonista. El “todos” incluye a la madre, las gemelas y las personas de Luis Alfonso y su padre. Estas primeras y últimas palabras condensan el tema central del libro: el conflicto de identidad. Novela de formación a la inversa, el personaje, Luis Alfonso, deja de ser él mismo para transformarse en Poncho Fernández, su padre.

El joven narrador y protagonista de Los años falsos cuenta con diecinueve años en el presente de la narración. “Todos hemos venido a verme. La tarea de aliño será larga porque es fecha especial: aniversario. El tercero, el cuarto, ya no sé. Tenía quince años y acabo de cumplir diecinueve. El cuarto aniversario”.[9] Mientras su mamá y sus hermanas rezan, limpian y arreglan la tumba, Luis Alfonso reflexiona, recuerda y cuestiona su lugar en el mundo, discute con y evoca a su padre omnipresente. En este soliloquio del narrador, el lector se entera de su vida “prestada”, de cómo heredó la vida (trabajo, familia, amigos y hasta amante) de su progenitor y de cómo murió accidentalmente en uno de sus alardes de machismo.

Presa de un tiempo inmóvil, el fluir temporal de la narración transcurre en círculos obsesivos que, en palabras de David Lauer, “vacilan entre un pasado mitificado y doloroso y un presente atormentado”. En este sentido, el título de Los años falsos hace referencia a esos cuatro años durante los cuales el protagonista ha llevado una vida heredada, no propia. Para Luis Alfonso, los años que siguen a la muerte de su padre son falsos porque los vive con una identidad ajena: la del padre, que con la complicidad de la madre y los amigos de aquél, lo invade paulatinamente hasta borrar la suya. “Pero también se abre la posibilidad –señala David Lauer– de que el título se relacione con la mentira del joven régimen revolucionario que se alzó en contra del padre hace 79 años y nunca se metamorfoseó”.[10] Por ejemplo, en una sección de la novela aparece una fecha puntual, 10 de abril, que remite a un hecho histórico “Un 10 de abril, durante la campaña, lo recuerdo muy bien [...] Habíamos ido a un pueblo del estado de Morelos donde se celebraba una ceremonia en homenaje a Emiliano Zapata. Ante los campesinos de la región, graves, silenciosos, austeros, el Diputado pronunció, más bien repitió, el discurso que decía en todos los poblados”.[11]

La crisis de identidad de Luis Alfonso –su voz, siempre en primer plano, en primera persona, la confirma a cada instante–, revela la falsedad y la hipocresía de la sociedad, en la que todos son víctimas y victimarios. El protagonista pone a la vista del lector la corrupción y las componendas de la clase política, la falta de ética, la prepotencia del diputado y sus allegados, los arreglos poco claros, las prebendas y la doble moral. Como advierte Raquel Mosqueda, Vicens circunscribe de manera sutil las acciones de los personajes a la ‘situación’ nacional.[12] El marco de referencia extratextual de Los años falsos es el México de los años setenta. El diputado a quien Poncho Fernández servía, y posteriormente, Luis Alfonso, encarna toda la corrupción y prepotencia que hasta nuestros días distingue a la clase política de México:

—El Diputado se las sabe todas y le tira a Ministro, no a mugre chícharo.
(Tenías razón. No llegó a Ministros, pero el actual Presidente de la República, escogido por el anterior, naturalmente, y “apoyado por todos los sectores”, lo designó Subsecretario. Seguirá ascendiendo: con los superiores se porta como siervo y con los de abajo como patrón. ¿Protestar por algo, cambiar algo? Sí, cómo no. “Se las sabe todas.” Tenías razón, papá.)[13]

Por otra parte, la perspectiva de Luis Alfonso muestra, a su vez, que las mujeres, en este caso la madre, las hermanas y la amante, colaboran en la construcción de la masculinidad estereotipada. Al igual que José García, protagonista de El libro vacío, Luis Alfonso cuestiona los modelos de feminidad y masculinidad tradicionales, evidencia la debilidad ética del patriarcado. La postura crítica del narrador no se enfoca sólo hacia los varones, sino también abarca a las mujeres que acatan el sistema. Por ejemplo, la madre obliga a las hijas a aceptar a Luis Alfonso como nueva autoridad masculina en la casa y a éste a asumir en la familia el papel del padre: “Comprendo que a veces sufra por mi indiferencia, por mi rudeza, por mi silencio. Sobre todo por mi silencio. Lo lamento. No puedo remediarlo. Fue ella la que me abandonó y la que convirtió a mis hermanas en esas dos señoritas cobardes y blandas que me respetan, me sirven y me mienten”.[14]

Llama la atención que para los personajes de Los años falsos no se vislumbre cualquier posibilidad de cambio o transgresión –a pesar de que Luis Alfonso busque la solución en la muerte, una muerte que le pertenezca–, lo que pone de manifiesto “que ni los personajes femeninos ni los masculinos han tomado conciencia de que depende de ellos proponer cambios y salirse de su papel de autómatas, que reproducen formas de comportamientos que niegan una felicidad plena no sólo a las mujeres sino también a los hombres”, según Ute Seydel.[15] Esto, incluso, se liga a que mientras la mayoría de los personajes femeninos no tienen nombre propio, y los masculinos, que sí tienen, aparecen con sus apodos.

Tanto en El libro vacío como en Los años falsos los protagonistas intentan escapar de aquello que los oprime, el sistema familiar y político, por medio de la palabra. El lenguaje, en tanto propio, se convierte en una alternativa frente al autoritarismo y la represión. El monólogo que Luis Alfonso sostiene ante la tumba de su padre es un intento de recuperarse a sí mismo, busca salvarse a través de las palabras:

Yo sí sé lo que significa el no pronuncia[r] las palabras que me devolverían la vida. Las tengo ensayadas, desesperantemente ensayadas. En el momento en que me decidiera surgirían fluidas y rotundas. Inapelables. Son redondas, pulidas. La frase completa es como una joya. La tengo, es mía. La veo brillar en medio del silencio. Con sólo pronunciarla todo me sería devuelto. Pero allí permanece, al borde de mis labios, como al borde de un río crecido, imposible de cruzar.[16]

Y a través de la muerte:

Eso, papá, que ya no puede ser, o que en este justo momento, hoy que es tu cuarto aniversario, aquí, de pie ante la tumba, suceda lo que he deseado intensamente, todos, todos los días: morirme, tener mi caja, mi lápida, mi reja de alambrón, mi cruz, mi bugambilia, mi lagartija, y mis propios gusanos, mis propios gusanos, míos, míos. Tengo derecho, ya que no lo tuve a la vida, a tener una muerte entera.[17]

Estas dos obsesiones, la palabra y la muerte, se ligan con otra constante en la obra de Josefina Vicens: el silencio,

Ahora puedo explicarlo: sentí que el fondo del mar era mi sitio y mi destino; que había yo muerto y que caminaba ingrávido, como un ángel, por ese cielo sumergido donde todo era lento, oscilante, cadencioso, trémulo. Sentí que había yo llegado al centro mismo del silencio y que era ahí donde debía permanecer.[18]

A decir de Raquel Mosqueda en “Josefina Vicens: el derecho al silencio”, callar en Los años falsos reafirma la hegemonía de la muerte; el silencio no proviene de aquel que yace en la tumba, sino de Luis Alfonso, a quien se le impone, se le obliga a callar. El narrador-protagonista de Los años falsos no puede hablar; si José García en El libro vacío sufría por no poder escribir, Luis Alfonso sufre por no poder comunicar francamente sus pensamientos. En este sentido, si bien el conflicto identitario de los personajes-narradores de Vicens es típico, resulta atípico del varón heterosexual católico mexicano. Dificultad para acoplarse a un entorno que les repugna. No se atreven a exteriorizar su incomodidad abiertamente, sino a través de la escritura y del monólogo, ninguno es un auténtico rebelde. Ni uno ni otro se deciden a romper esas ataduras, lo que los hace terminar en el mismo punto de partida, alineados a la sociedad que cuestionan. Al respecto, Eve Gil destaca: “los protagonistas de las novelas de Vicens se cuestionan sobre qué es ser un hombre, atrapados en un mundo donde campea las apariencias y las palabras huecas, y cada gesto, cada reacción parece marcada en un libreto que hay que seguir al pie de la letra”.[19] Luis Alfonso se ve obligado a imitar el rol de su padre, pero al considerarlo moralmente reprobable no se identifica por completo ni se apropia de éste: sólo simula. Su debilidad y su falta de valor para rebelarse abiertamente lo orillan a escenificar y reproducir en el nivel de las apariencias el modelo aprobado por la sociedad.

El desdoblamiento, que presupone una visión escindida del mundo, es otro aspecto recurrente tanto en El libro vacío como en Los años falsos. En ambas historias la voz narrativa presenta un yo doble y dividido al asumir el papel protagónico. En el caso de Los años falsos, la dualidad Alfonso Fernández/Poncho Fernández, padre/hijo, se reproduce también en los demás personajes: dos hermanas y dos novias gemelas; dos mujeres, madre/amante; y en las estructuras: dos vidas, privada/pública, real/aparente; amor/odio, Eros/Tánatos, vida/muerte; tú/yo; habla/silencio.

Como advierte Eve Gil, “al modificar sensiblemente el discurso tradicional del varón en el contexto de la literatura mexicana de mediados del siglo xx, Vicens cuestiona abiertamente los estereotipos que han propiciado, justificado y perpetuado la historia de dominio del varón y la sujeción de la mujer”.[20] Vicens sortea el modelo tradicional del discurso escrito por mujeres: recrea el lenguaje perpetuado por la tradición literaria mediante un narrador varón que lo cuestiona, replantea todo un sistema de ideas y arrasa en el ínter con los patrones socioculturales que han regido la vida y exhibe como decrépitos.

mostrar Crítica

Desde su aparición, Los años falsos recibió comentarios favorables por parte de escritores y periodistas de prestigio. Fue comentada en los principales periódicos, revistas y suplementos culturales de la época como Excélsior, en cuyas páginas Elena Poniatowska ofreció un extenso análisis publicado en tres entregas; Novedades, con una entrevista dividida en cuatro partes; Sábado, que dio a conocer la reseña de Aline Pettersson así como un diálogo sostenido con Adriana Moncada.

El libro fue bien recibido que en 1985 y 1986 se reeditó y hasta la fecha se han publicado numerosos estudios que parten del interior del texto, de la sociología del texto, de la crítica feminista, la filosofía existencialista o hasta del psicoanálisis aplicado. Baste mencionar los trabajos de Alfredo Pavón, “El hombre de la casa”; Adriana Sáenz Valadez, Una mirada a la racionalidad patriarcal en México en los años cincuenta y sesenta del siglo xx: estudio de la moral en Los años falsos de Josefina Vicens; Pamela Bacarisse, “The Realm of Silence: The Two Novels of Josefina Vicens”; Bárbara Bockus Aponte, “Los años falsos: espacio de una soledad”; Alessandra Luiselli, “La bitextualidad en las novelas de Josefina Vicens”, y la tesis escrita por María Mercedes Lozano Ortega El libro vacío de Josefina Vicens. Literatura y existencialismo, entre otros.

A pesar de que a Josefina Vicens no le interesó subrayar el aspecto político de Los años falsos, la crítica lo ha señalado. Por ejemplo, Armando Pereira en “Los años falsos de Josefina Vicens” declaró que “en cierta forma la novela podría leerse como una sutil metáfora de la política mexicana; política del continuismo [...] que ha cifrado sus signos en la superficie del espejo”.[21]

Para Eve Gil, “la política se expone en Los años falsos como un ejercicio ambiguo, innoble y rastrero, con la corrupción por inseparable compañera, razón por la cual se le ha querido leer también como una novela política”.[22]

Aline Pettersson, en el prólogo a la edición del Fondo de Cultura Económica, consideró que la novela “pone a la vista el mal endémico nacional: la corrupción y las componendas del poder”.[23]

Sandra Lorenzano sugirió en “Josefina Vicens: sobrevivir por las palabras” que también es posible entender el libro:

como una visión reveladora sobre los vínculos entre las estructuras familiares organizadas patriarcalmente y las estructuras del autoritarismo en el sistema político. En este sentido, la novela se constituye como una “contraépica” frente al discurso hegemónico. Al modelo de familia consagrado y difundido por los medios masivos, así como a la imagen de fortaleza, triunfalismo y democracia de la “narración nacionalista”, que rige la consolidación del sistema político, Josefina Vicens contrapone un mundo autoritario, centrado en la mentira y en la apariencia. La novela muestra mucho de lo que se oculta tras la imagen “progresista” del sistema político mexicano.[24]

David Lauer, por otro lado, encomió en Plural la destreza de la autora para representar el mundo masculino de parrandas políticas vinculado con la realidad política de México sin expresarlo con amargura.

Aunque la crítica estadounidense ha mencionado a Vicens, por ejemplo Brushwood en La novela mexicana, no existe algún estudio sobre la autora publicado en este país, sólo conferencias como la de Alice Ruth Reckley, "Male Narrative Voices in Novels by Mexican Women".

Cuando Josefina Vicens contaba con 73 años, la revista Hojas sueltas de la Universidad Autónoma Metropolitana le dedicó un número, que incluyó textos de Octavio Paz, Aline Pettersson, Sergio Fernández y María Luisa Puga. En 1985 fue entrevistada por Cristina Pacheco para Siempre! y por Marco Antonio Campos para Vuelta.

A un año de su muerte, la revista Plural dedicó un número en memoria de la escritora. Entre las plumas que recordaron a la autora estuvieron Ana Rosa Domenella, David Lauer, Aline Pettersson, David Huerta, Federico Patán, Alejandro Toledo, Francisco Prieto, Armando Pereira, Daniel González Dueñas y Gustavo García.

Martha Robles señaló en Escritoras en la cultura nacional que entre El libro vacío y Los años falsos:

existen afinidades no sólo de carácter formal, sino en la preferencia de Josefina a considerar la existencia como sucesión de repeticiones que no llevan a fin alguno, y sí propician su ‘vaciedad’; en este caso, de mayor complejidad que la de su primera obra: el tedio de vidas, más que de años falsos, ha ido más allá del ensimismamiento estéril ante páginas sin contenido.[25]

Recientemente diez investigadoras presentaron Josefina Vicens. Un vacío siempre lleno, integrado por ensayos entorno de la escritora y su obra.

mostrar Bibliografía

Barrau, Óscar, “Josefina Vicens y José Ortega y Gasset, o la imposibilidad de diálogo sobre género”, Espéculo: Revista de Estudios Literarios, núm. 22, 2002, (consultado el 6 de febrero de 2014).

Bockus Aponte, Bárbara, “Los años falsos: espacio de una soledad”, Explicación de Textos Literarios, núm. 1, vol. xvi, 1987-1988, pp. 86-93.

Cano, Gabriela, “Josefina Vicens, una voluntad de autonomía”, en Josefina Vicens: un vacío siempre lleno, ed. de Maricruz Castro y Aline Pettersson, Toluca, Estado de México, México, D. F., Tecnológico de Monterrey/ Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/ Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, 2006, pp. 29-35.

Domenella, Ana Rosa, “Muerte y patriarcado en Los años falsos de Josefina Vicens”, en Mujeres latinoamericanas del siglo xx. Historia y cultura, coord. de Luisa Campusano, México, D. F., Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa/ Casa de las Américas, 1998, pp. 192-202.

----, “Los tesoros de la memoria”, Plural, núm. 218, vol. xix-ii, 2ª época, noviembre de 1989, pp. 17-24.

Gil, Eve, “El discurso feminista encubierto en las novelas de Josefina Vicens”, en Josefina Vicens: un vacío siempre lleno, ed. de Maricruz Castro y Aline Pettersson, Toluca, Estado de México, México, D. F., Tecnológico de Monterrey/ Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/ Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, 2006, pp. 101-112.

Gutiérrez Estupiñán, RaquelLa realidad subterránea. (Ensayo sobre la narrativa de Luisa Josefina Hernández), México, D. F., Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Noroeste, 2000.

Lauer, David, “El sistema patriarcal en Los años falsos”, Plural, núm. 218, vol. xix-ii, 2ª época, noviembre 1989, pp. 13-16.

Lorenzano, Sandra, “Josefina Vicens: sobrevivir por las palabras”, en Nueve escritoras mexicanas nacidas en la primera mitad del siglo xx, y una revista, coord. de Elena Urrutia, México, D. F., Instituto Nacional de las Mujeres/ El Colegio de México, 2006, pp. 83-94.

Luiselli, Alessandra, “La bitextualidad en las novelas de Josefina Vicens”, Revista de humanidades, núm. 2, 1997, pp. 19-36.

Mosqueda Rivera, Raquel, “Josefina Vicens: el derecho al silencio”, en Doscientos años de narrativa mexicana, coord. de Rafael Olea Franco, México, D. F., El Colegio de México/ Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios, 2010, pp. 201-220.

Pettersson, Aline, “Prólogo”, en Josefina Vicens, El libro vacío. Los años falsos, México, D. F., Fondo de Cultura Económica, 2006, pp. 9-20.

Robles, MarthaEscritoras en la cultura nacional, t. ii, México, D. F., Diana, 1989.

Sáenz Valadez, Adriana, Una mirada a la racionalidad patriarcal en México en los años cincuenta y sesenta del siglo xx: estudio de la moral en Los años falsos de Josefina Vicens, Morelia, Michoacán, México, D. F., Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/ Plaza y Valdés, 2011.

Seydel, Ute, “El travestismo textual en Los años falsos", en Josefina Vicens: un vacío siempre lleno, ed. de Maricruz Castro y Aline PetterssonToluca, Estado de México, México, D. F., Tecnológico de Monterrey/ Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/ Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, 2006, pp. 123-135.

Strange Reséndiz, Isabel Lincoln,  “Josefina Vicens ante el proceso creativo de El libro vacío y Los años falsos”, La Colmena, núm. 71, julio-septiembre, 2011, pp. 34-39.

Pereira, Armando, “Josefina Vicens y el abismo de la escritura”, en Narradores mexicanos en la transición de medio siglo. 1947-1968, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México/ Instituto de Investigaciones Filológicas/ Centro de Estudios Literarios (Letras del Siglo xx), 2006, pp. 61-82.

Tuñón, Julia, “Nueve escritoras, una revista y un escenario: cuando se junta la oportunidad con el talento”, en Nueve escritoras mexicanas nacidas en la primera mitad del siglo xx, y una revista, México, D. F., Instituto Nacional de las Mujeres/ El Colegio de México, 2006, pp. 3-32.

Vicens, JosefinaLos años falsos, México, D. F., Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas), 2006.

mostrar Enlaces externos

Canseco, Arturo G., “Josefina Vicens: dos novelas bastan”, Cuadrivio(consultado el 6 de febrero de 2014). 

Pérez Valle, Sofía Priscila, "Los años falsos", Horizontal, (consultado el 6 de febrero de 2014). 

Reyes Córdoba, Bladimir, “Un acercamiento a Los años falsos de Josefina Vicens”, Centro de Investigaciones Lingüistico-Literarias. Universidad Veracruzana, (consultado el 6 de febrero de 2014). 

Rosado, Juan Antonio, “Los años falsos, de Josefina Vicens”, Siempre!, (consultado el 6 de febrero de 2014). 

Sáenz Valadez, Adriana, “Los años falsos y El libro vacío: la ciudad, la muerte y los prototipos de género en Josefina Vicens”, En-claves del Pensamiento, (consultado el 6 de febrero de 2014).