Las construcciones de Eward James en Xilitla son una peculiar y extrema manera de "escribir poesía", por eso es natural que quien las ve, las vive, las estudia o admira, las habita en sentido más pleno, busque traducir su experiencia en escritura: Sergio Briceño González ve ese concreto vuelto vegetal, esa naturaleza vuelta escultura fantástica, sueño surrealista, y escribe una especie de diario o testimonio, en verso, de su experiencia. Y es que la poesía es para nosotros hoy en el siglo XXI una manera acentuada de la intensidad, una radiografía de la experiencia a flor de piel, también de su entraña significante. Briceño usa el verso corto, sintético (estuve a punto de clasificarlo de seco, pero en Xilitla nada es seco) para comunicarnos su asombre ante la fantasía vuelta tangible, y ese verso comunica una especie de reverencia ceremonial ante el milagro: nunca el concreto fue tan flexible, nunca el hormigón tan lúdico como en Xilitla. Por eso los poemas de este libro tienen una algarabía silente y un silencio musical. En concreto: escritura inspirada y en estado de gracia, como Xilitla.