Las sombras suelen ser obscuras, sin embargo cuando el poeta las clasfifica así no sólo subraya su condición de obscuridad, sino que les da una carga si bien dolorosa, elegida. La paradoja o el pleonasmo, según se le vea, no terminan ahí, pues los poemas de Tatiana Espinasa son particularmente luminosos. ¿Su luz entonces es la que proyecta la sombra? O es una luz que nos ilumina desde esa otra cara que es el silencio, porque la sombre es a la luz lo que el silencio es a la música, lo que ellas nos revelan: otras manera de ser y manifestarse, más profunda, más intensa, más verdadera. Esa verdad alude a su condición de experiencia vivida. Escribir poesía es entonces para la autora una necesidad vital, no una profesión ni un oficio, una respiración. No es por eso entonces extraño que responda las exigencias del amor, filial o amoroso, que sean elegías en el sentido tan español de esos trenos en busca de su sutil ligeresa, transparente como la luz, oscura como la sombra. Tatiana Espinasa reúne en este libro tres décadas de escritura que en su conjunto son la crónica de un instante escondido en el tiempo, permanencia de la intensidad y apropiamiento del dolor. Esta poesía reunida revela aún más la enorme calidad de esta escritora.