La poesía es muchas veces fruto de la celebración: del mundo, del amor, de la vida. También lo es no pocas otras una manifestación del espanto en sus diversos grados: de la sorpresa búbita al terror que ya no nos abandona. Pero no es frecuente que eso suceda al mismo tiempo, en el mismo canto, con la misma palabra. Es lo que ocurre en este libro de Bruno Darío. Los poemas, de gran precisión formal, buscan ser una bitácora de encuentro, tantas veces postergado, entre ambas vivencias. Su autor quiere hacer saber/hacer sentir al lector lo extremo y tal vez indivisible de ambas experiencias, tal vez la misma, sólo que vista desde distintos lugares o tiempos. Por eso -y son importantes las minúsculas del título y de su propio nombre- el lector busca en esa coma que los divide la existencia de una causalidad -la celebración del espanto- que volvería menos fuerte, pero también menos profunda, la experiencia de su lectura, como (adivinamos) lo debió ser la de su escritura. Una violencia fría, un desgarramiento sereno no por ello menos doloroso recorre los poemas de este extraordinario libro.