Amalgama de oscuridad y luz, Barranca es un libro conmovedor, un sendero de recuerdos guiados por la añoranza en el que se imponen como agentes principales el silencio y la indiferencia heredados, el temor, la soledad y el dolor de una infancia interrumpida; una vorágine de sentimientos que desemboca en la asimilación de uno mismo.
En las cuarenta y un piezas de este volumen, la poeta Diana del Ángel nos habla a través de un ser que sólo se reconoce fragmentado y se percibe recluido en un cuerpo que se ha vuelto ajeno: recordatorio constante de aquel derrumbe crucial, violento, después del cual toda percepción se distorsionaría para nunca volver a su forma original. Sin embargo, en este recorrido vertido en prosa y verso, pequeños resplandores brotan y colorean nuestro camino; su contemplación nos comparte y nos hace parte de una sonrisa, de un suspiro que, como a la autora, nos alienta y nos invita a continuar.
Esta obra constituye un refugio y un impulso; la impronta de una voz que grita, exige, persiste y, en esta determinación, se recrea.
descubrí no mi nombre,
sino mi voz,
y […] sin el dolor de la barranca
me faltarían fuerza y palabras para decir.