Difícil escribir sobre la blanda madera de un joven sin que se nos desfigure. La juventud es una certeza; pero cuando se es poeta, más parece un riesgo. Por ello la poesía puede asumir la faceta del error, del mal cálculo. Ya con la edad avanzada y la muerte encima, podemos calibrar el daño y la falsa elección.
Enrique G. Gallegos parece haber elegido ser poeta. Terrible camino el que le espera. Pero hay un punto esperanzador y seductor, el ejercicio del intelecto, la reflexión, la compenetración filosófica. Por demás excéntrico en una Guadalajara intelectualmente pobre. Poetas circunstanciales y líricos, emocionales y descriptivos, son muchos. Pero encontrar el gusto por la reflexión desde la poesía es más complejo. Expresar una emoción es facilísimo: es más complicado explicarla. Exagerando un poco, Gallegos se podría insertar en esa noble tradición de poetas filósofos (Dante, Goethe, Novalis, Eliot, Gorostiza…). Pero sólo él tiene la última palabra. El tiempo, padre de todas las desgracias, dirá.
Leonardo de Santiago