La presente novela constituye la exploración de un territorio laberíntico: el cuerpo. Al margen de ceñirse a una trama, en el sentido más habitual de la expresión, y resistiendo frente a las construcciones lineales, la autora crea un dispositivo verbal que funciona mediante la superposición de imágenes, a la manera de un tema principal y variaciones.
Así, el lector conoce la historia de una escritora aquejada por la enfermedad, la cual padece en un entorno que acentúa su desarraigo. Con este punto de partida, se recrean los enigmas de la memoria y las formas en que ésta opera, lo mismo diseccionando la forma de las nubes o congelando un instante atravesado por la luz, a la par que se plasma el inquietante mundo de la farmacología y sus dinámicas ambiguas.
Piscinas verticales (o la bruma un hábitat sustentable) es, ante todo, un ejercicio de montaje, que muestra una vocación por una escritura afín a la creación fílmica, llena de juegos polisémicos y una alta carga metafórica. Virtudes que hicieron de este libro merecedor del Premio Binacional de Novela Joven Frontera de Palabras/Border of Words 2017.