En la antigüedad muchos filósofos se preguntaban si los actos humanos están predeterminados y regidos por alguna fuerza superior. Cicerón hizo lo mismo. En los últimos años de su vida, se empeñó en ilustrar y hacer reflexionar a la juventud romana mediante sus escritos filosóficos, pues consideraba que era éste el mayor servicio que podía prestar a la república. Sabía con certeza que no todos los jóvenes se volverían a estos estudios, pero que lo haría un buen número de ellos. También sabía que de los ya avanzados en edad eran no pocos los que se complacían con sus libros. A través de su tratado sobre el hado, quería invitar, especialmente a la juventud, a no caer en la dejadez, a no caer en el conformismo, sino a enfrentar con decisión su realidad histórica.