La introducción expone brevemente las relaciones de Cicerón con Ático y Bruto, y la intención del Arpinate al escribir esta historia de la elocuencia romana.
La retórica, arte de la palabra, se usó en la antigüedad como sistema de educación, instrumento de dominio de la lengua, arte de persuadir, fuerza de cultura y de belleza. La historia del Bruto prueba que comúnmente han hablado quienes detentan el poder, pero que pueden hablar también los que se hacen conscientes de que poseen el arte de la palabra, o son capaces de cultivarla mediante su estudio. Cicerón enseña el camino a lo largo del cual alcanzó el dominio pleno de la elocuencia, llegando incluso a "resucitar testigos", a relajar el ánimo de los jueces, a deleitar y llevar al público a la ira y al llanto, en fin, a conmover.