Decía Jorge Teillier que "el niño que hay en mí renace en mi sueño,/ y mira lleno de miedo hacia la ventana,/ pues sabe que ninguna estrella resucita." Solana, de Fernando Trejo rememora la niñez y el miedo que el adulto siente cuando mira al cielo y sabe de su finitud, de su estancia efímera, de que un día, finalmente, todos mueren y hay un punto final. En esta serie de poemas en prosa, con un lenguaje sencillo y conmovedor, el autor recuerda a Carlos, su compañero de infancia y juegos. Con un tono melancólico y nostálgico se aferra a no olvidar nunca lo que amó. Este libro es un álbum familiar, un espejo, un golpe contundente a la memoria y al amor total.
El viaje turbulento por el país de la memoria nos depara horas de consuelo y desconsuelo. Tal es su naturaleza inestable. La poesía, en cambio, nos devuelve lo perdido: lo mejora. Es una de nuestras pocas venganzas contra el olvido y el caos; el complemento del recuerdo. Por eso agradecí tanto la lectura de Solana de Fernando Trejo.
Ricardo Poery