No es fácil escribir del amor, del propio amor, sin haber consumado el exorcismo de los demonios que nos habitan. Somos una caja de recuerdos llena de fantasmas. Jorge Octavio Ocaranza afirma con motivo de este poemario largamente escrito: “Con Demonios de algunos dioses de Elizabeth Flores asistimos al rito de la poesía que de nuevo nos convoca para vivir la celebración de los amantes, sin lamentables melancolías hipócritas y cantando desde la voz del cuerpo un intenso erotismo, elegante y místico, carnal y doloroso: ’Azul tu aura / consume mi voz / Y sólo a distancia se ven/ (como un ser nuevo) / dos sexos/ un rezo / un pez / inmolados.’ Los amantes, en su natural y misterioso acto, se confunden, un cuerpo en el del otro, y en su desconcertante confusión y éxtasis, confiesan la perplejidad de no saber cómo resolver el falso problema de la posesión. Son los cuerpos los que parecieran borrar sus límites. ¿Pero qué pasa con el corazón cuando el amante no está y su fantasma en la alcoba, en la casa, la calle, y bajo el azul del cielo, es el signo inequívoco de esa bondad digna y doliente que nombramos soledad? Esta conciencia hace un eco sensible, inteligente de algunos maestros de la palabra amorosa: Pablo Neruda, Rubén Bonifaz Nuño, Alfonsina Storni. Quien recorra estos poemas, se descubrirá desnudo y solo, como quien se entrega en inmolación, con el corazón ante el espejo, haciendo inventario de ángeles y demonios compartidos en nuestro roce con el mundo: ‘Cruzaste mi carnaval bajo el sol / Clavaste tus dedos en el tiempo de arena / y detuviste tu goteo iracundo / Dices que el muelle nos espera ¿cuándo nos fuimos de él? / Sé que mañana te diré / adiós / y es para siempre.’ La autora teje con el hilo del arte la sustancia humana que aspira a lo más alto, la solución en el amor. La poesía ha dado originales respuestas al ciclo del amor. Ahora toca turno a una voz que nos habla desde su ardiente invención y memoria.”