Huecos necesarios, son fragmentos de un espacio sin gradaciones, como los nudos del tejido del silencio; nos llevan a otro sitio, hacia otro tiempo, hacia la destrucción de lo cotidiano o hacia los sitios del insumiso. El poeta sabe que cada uno de sus textos, desde su gestación, sin la imagen de la incandescencia y de las ruinas, el tokonoma, cuando "algo comienza a ser pensado y ya se olvida". En este libro, todo lo que se mueve en la oscuridad o en la luz es opción de vida, es acción para que cese la palabra y en el salto nos quede un mundo de referencias y ecos, únicamente los rostros invisibles del diálogo en el texto interminable:
Eso que falta,
que completa la presencia del que lee,
del que escribe y del que nace.
Por parte del poeta, la decisión está tomada: el nuevo espacio de vida de estos poemas es el fluir inabarcable, que puede estar oculto o a un paso de nosotros, en nuestras uñas o en la grieta de la pared. No existe ninguna conducta para la quietud:
Una precipitación de luna es necesaria
cada vez que el sol se mete demasiado
en nuestros sueños menos dolorosos.