La poesía de Nirvana Paz responde a uno de los más profundos orígenes del arte: el conjuro de uno mismo. Al exorcizar la tristeza, evocar la alegría y hacer de esto el pretexto mismo de la creación, Nirvana nos revela una vocación artística en desuso en el mejor de los casos o completamente desconocida en otros, que es la de hacer del arte un mecanismo para vivir la vida, hacer de éste el hilo conductor, la guía, que nos conduce al conocimiento interior de nosotros mismos.
Así, de esta manera, hacer poesía o fotografía o ver pasar las nubes es, en esencia, materia amalgamada en el mismo crisol de la experiencia creativa. Leer Procesiones equivale a recorrer, junto con la autora, un determinado trecho de su vida, es decir de su proceso creador, en el que se descubre callada, apasionada, sola y errante también.
Leer este libro es, de cierta forma, vivir cada uno de los poemas, como se vivió cada uno de los momentos que les dieron origen; es por esto que la poesía no es más que el tiempo cristalizado.