La singularidad del libro de cuentos Larva de serafín de Alana Gómez, proviene del acierto de la narradora al oscilar en los extremos más asombrosos de la realidad y la fantasía. Mediante historias que reflejan el horror encubierto en el minuto cotidiano o la vida familiar, los amores apasionados y las rutinas al parecer nimias de cualquier persona, las ficciones de Larva de serafín contemplan la inquietante irrupción de la violencia en la placidez. O el rencor antes silencioso que culmina en el golpe súbito de los afectos, un ansia destructiva o posesividad morbosa. Un afán caníbal transfigurado.
El estilo de Alana Gómez recurre lo mismo al empeño lírico que al fraseo escueto y contundente, cuyos beneficios consisten en el impacto óptimo del suspenso, de los desenlaces. Adepta al modelo tradicional de narrar un cuento, que indica la estrategia de urdir el interés de la lectura al servicio del clímax postrero, Alana Gómez muestra a su vez gran originalidad en las anécdotas, en particular, si se atiende al hecho de que, entre las nuevas narradoras mexicanas, resulta infrecuente la línea temática vinculada a los aspectos contrastantes y obscuros de la realidad, favorecida en el pasado por escritoras como Elena Garro e Inés Arredondo. Larva de serafín representa uno de los libros de mayor atractivo en la actual literatura joven de México.