Jaír Cortés Montes se aventura en la poesía braceando poderosamente hasta tocar fondo y ahí se queda, respira con libertad y en medio de las fugitivas, cambiantes formas, sólo reconoce lo entrañable, le llama por su nombre, y encuentra así su identidad y rumbo en amorosa convivencia. Distingue sus raíces, las protege; se contempla en ellas y en los vecinos troncos familiares.
Poesía original que bucea en lo más profundo de las relaciones filiales y fraternas para descubrir una fuente de emoción que brota de un manantial lírico, con musicalidad propia, de tal modo espontánea que nos revela el trabajo eficaz del poeta. Pero el poeta no ignora su oficio: Jaír Cortés Montes conoce la retórica, se sitúa en ella en el momento mismo en que deja de ser molde o prisión y se convierte en alas de libre vuelo. Así escribe un poema personalísimo, en el que las relaciones consanguíneas abrevan en el río de lo sagrado.
Su respiración se acompasa, las palabras toman su cauce, fluyen y emocionan henchidas de peso y consistencia "a la luz de la sangre".