En el corazón tiene casa el poema. En el corazón se engendra y vive ese misterioso organismo, cuando el arpón de la memoria encaja su palabra clave.
Puede ser que así comience el poema a soltar su enredadera por todo el cuerpo, hasta dar con la voz y entonces inmolarla. Y la voz puede ser una herida, y la herida un aguacero, y el aguacero, el canto de otros días cuando la Tinta azul trasnochaba en las manos frescas, puras y atadas al cielo de un verano sin amarras.
En estos poemas de Herida Sambra, oigo como el cuchillo lento de la tristeza, zumba al corazón para desatar, no el llanto, sino la luz desparramada sobre el desgarre por lo perdido, por lo que ya no estará de este lado del tiempo.
Advierto en los poemas de Laura Calderón, el momento justo cuando dejan salir en vez de sangre, música. Y en su acompasamiento, veo erigirse el poema hasta enseñar a través de sus claros cristales, la entraña dolida y limpia de quien recuerda el bosque de su extravío y el arpa de una lluvia irrecuperada.
La poesía en estas páginas celebra la lluvia triste y reclama nuevas tormentas. "Sambra, no te vayas... Mira cómo tiemblo de angustia. No me dejes en esta llamarada"