Este libro da testimonio del descubrimiento del mar, de la sorpresa del niño ante las olas y del asombro del hombre ante el Océano, ése de los barcos "gigantes que han bebido agua de todos los mares/ los que en sueños saludan los niños que aún no conocen el mar".
Avelino Gómez Guzmán sabe del agua y la sal, y de la fuerza del nombre del Huracán "en la boca de quien le teme". Sabe, poeta al fin, mirarlo todo desde su posición de vigía en el Arca de todos los diluvios.
Lejos del puerto evoca al caracol, "la flor oculta de las vírgenes, el molde de la entrepierna de Eva". Este joven poeta no olvida la isla de su infancia y pregunta por qué el delirio hizo su nido en ella: "Éramos ocho años de juegos/ a la sombra de los almendros".
Ya hombre, recuerda a la mujer que por las tardes salía al balcón a mirar la caída de la tormenta, y nos habla del calor del puerto y de los ángeles que caen en los burdeles, de la ternura de las prostitutas y de los hombres que se despiden: "¿Por qué/ amiga/ no me dejaste morir de hambre y celo?"; y ofrenda a aquel marino portugués, que no es otro que Pessoa, toda esta reunión de poemas escritos por alguien que ha nacido en el mar, y que de niño le ofreció muchas veces como regalo "miel silvestre" a su amargura.